+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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31 de enero de 2015
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]L[/fusion_dropcap]a ley mosaica, para conmemorar que Dios salvó a los primogénitos de Israel en Egipto, mandaba que, pasada la cuarentena del parto, todo primogénito fuera presentando en el Templo y ofrecido al Señor. Eso es lo que celebramos en la fiesta de la Presentación. Es conocida también como fiesta de la Candelaria por el hecho de que el anciano Simeón, inspirado por el Espíritu Santo, reconoce al Niño y lo proclama como “luz de revelación para todos los pueblos” y también como “signo de contradicción”. A esta proclamación se suma la de una anciana, Ana, viuda desde muy joven y dedicada, desde entonces, al servicio en el Templo, orando y ayunando con la esperanza de poder contemplar un día al Mesías esperado. Se hacía lenguas “alabando a Dios y hablando del Niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”. El hecho constituye un momento fuerte de revelación de la persona de Cristo. Realmente es Dios quien, por boca de Simeón y de Ana, presenta a su Hijo al mundo como luz y salvación.
Al arrimo de esta fiesta se han sumado otras celebraciones: el Día de la Vida Consagrada, por aquello de la presentación y consagración de los primogénitos, y las fiestas del movimiento de Vida Ascendente y la de la Asociación Católica de Viudas, dos realidades con hondo vigor apostólico en nuestra Iglesia de Albacete.
Simeón y Ana, dos ancianos con la piel seguramente apergaminada por los años y con la vista cansada, fueron capaces de descubrir lo que ni los ojos nuevos de la gente joven, ni los ojos instruidos de los especialistas en las ciencias sagradas supieron ver. El templo se llenó de una luz nueva para quienes tenían abiertos los ojos del corazón, que son también los ojos de la fe.
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tinieblas y en sombras de muerte una luz les brillo… Porque un niño nos ha nacido”, escuchábamos de boca del profeta Isaías en la misa de la Nochebuena. La Luz de ese Niño es más que la luz tenue de un amanecer; es la luz que culmina una larga noche de promesas, la luz que acaba con la desesperanza, la luz que da confianza y amor hasta arrinconar los miedos. Es una luz que ilumina por dentro, que penetra en las personas, las transforma y les da un sentido radicalmente nuevo.
Los mayores, que han aprendido a leer la vida en la universidad del dolor y la experiencia –ahí están Vida Ascendente y la Asociación de Viudas- tienen mucho que aportarnos a quienes, por haber leído muchos libros o estar al día en los cachivaches tecnológicos de la comunicación, creemos que lo sabemos todo. “El justo crecerá como un cedro del Líbano, en la vejez seguirá dando fruto” (Sal, 13). Pedimos que se sigan cumpliendo en ellos y en ellas las palabras del otro salmo: “Dios mío, me has instruido desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas, ahora, en la vejez y las canas, no me abandones, Dios mío, hasta que describa tu brazo a la nueva generación” (Sal. 71).
Desde estas humildes páginas felicitamos a ambas asociaciones por su fiesta y por el admirable servicio que prestan a su familia, a nuestra Iglesia y a la sociedad. La vida consagrada es como la caricia que Dios hace llegar a los pobres de todas las pobrezas ¡Enhorabuena!
Y felicitamos también hoy a todos los miembros, ellos y ellas, de la Vida Consagrada. Lo hacemos con singular alegría en este año en que celebramos también el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
Queremos gritar al mundo con fuerza y con alegría la santidad y la generosidad que están presentes en la Vida Consagrada. A pesar de que el momento es delicado y la edad media alta, “la Vida Consagrada no podrá jamás desaparecer en la Iglesia porque ha sido querida por el mismo Jesús como parte irrenunciable de su Iglesia” (cf. Benedicto XVI). En los últimos años han sido cerca de doscientas las nuevas formas de Vida Consagrada que han surgido en la Iglesia.
Nos unimos a los objetivos que para este año se han marcado. Con ellos y ellas “miramos con gratitud el pasado, abrazamos el futuro con esperanza y queremos vivir con pasión el presente”.