Manuel de Diego Martín
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21 de noviembre de 2015
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Escuchaba hace pocos meses a un Arzobispo africano que está sufriendo en su tierra los zarpazos del Daesh, decir que nuestros sufrimientos de hoy son el preludio de lo que Uds. europeos y cristianos occidentales también un día sufrirán. A la vez que afirmaba esto, hacía una cruda descripción de las salvajadas que allá están padeciendo: cristianos y no cristianos decapitados, apedreados, quemados vivos, mujeres violadas y después asesinadas… Tal vez todo esto se ha publicado poco en los medios de comunicación europeos.
Ahora el golpe mortal ha sido dado en el corazón de Europa, en Paris. La conmoción ha sido tremenda en el mundo entero, lo cual es muy bueno porque nos hace ver que seguimos siendo humanos. Podemos decir que estas muertes son más dulces que las que nos describe el Arzobispo, ya que de un bombazo o de una ráfaga de metralleta acabas. Pero esas muertes lentas, sádicas, rompen todos los esquemas de crueldad. Ahora la noticia del día y de cada día es cómo atrapar a esos asesinos, cómo acabar con sus arsenales de muerte, lo cual está muy bien.
Leía el otro día al profeta Joel en un momento en que el pueblo de Israel estaba sufriendo las mayores amenazas que clamaba diciendo que de los arados tenemos que hacer espadas, de las podaderas lanzas y que todos desde los niños hasta los ancianos deben convertirse en combatientes para acabar con el enemigo. Esto se lee en la Biblia. Pero también leemos en la Sda. Escritura al profeta Isaías que dice todo lo contrario en otra situación histórica. El afirma que cuando llegue el Mesías los instrumentos de guerra se convertirán en herramientas de paz
Debemos aceptar que puede haber una guerra justa, tal vez sea la 3ª mundial como derecho a la legítima defensa y para hacer justicia a las victimas castigando a los asesinos. Pero esto debe ser la excepción. Lo normal sería lo que dice el profeta Isaías, forjar de las espadas arados. O dicho con palabras de S. Juan Pablo II: hay que pasar de la cultura de la muerte a la civilización del amor. Cuando estamos en una sociedad en la que hay tanta corrupción y tanta injusticia esto, el mejor caldo de cultivo para hacer surgir tantos monstruos como los de Daesh. Para que llegue la salvación hay que hacer triunfar el amor.
Esto es posible. Unos amigos míos me dicen, muy contentos, de que han participado estos días pasados en el Congreso de Madrid, “Católicos en la vida pública”. El lema del mismo era:”Construir la democracia, responsabilidad y bien común.” Hacen falta muchos cristianos y hombres de buena voluntad que se comprometan a trabajar por construir un mundo más justo y fraterno. La brújula que les debe guiar siempre es la búsqueda del bien común. De esta manera se acabarán los corruptos que van sólo a lo suyo, o los fanáticos que se dejan guiar por intereses absurdos. Si hacemos triunfar el bien común, llegaremos a la civilización del amor.