Manuel de Diego Martín

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12 de febrero de 2011

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Cuando estudié Humanidades, tuvimos que hacer en clase  un trabajo  sobre el famoso y bellísimo discurso que pronunció el gran orador Vázquez de Mella en las Cortes de Madrid sobre la Biblia.  Era un intento de neutralizar los embates con los que  el racionalismo y el liberalismo de aquel tiempo,  hace más de cien años, querían vaciar de contenido el Libro Sagrado.

Pues bien, en el Palacio de Congresos de Madrid se ha celebrado estos días un congreso con casi un millar de asistentes sobre la Biblia.  El objetivo del mismo era presentar la nueva versión de la  Biblia de la Conferencia Episcopal.  Después de años de trabajo se ha presentado esta Biblia  que  quiere ser, a su vez, la base de todos los textos litúrgicos, leccionarios, oficio divino, rituales. Así facilitará la tarea a lectores y catequistas. Todos los que participen en las celebraciones litúrgicas se encontrarán más  familiarizados con los textos de  esta versión.

En este congreso ha participado nuestro Obispo, algunos sacerdotes de la diócesis, y un grupo de profesores de religión  Fueron tres días de intensos trabajos. Por la tribuna han desfilado los mejores especialistas en el saber bíblico de nuestro tiempo. Inauguró las conferencias el cardenal Wallet que fue relator del pasado  Sínodo de Obispos sobre la Palabra de Dios. Las palabras de este cardenal me recordaban un poco aquello de Vázquez de Mella. Un mundo en el que se quiera ocultar y silenciar la Palabra de Dios se empobrece. Puso fin al congreso otra magnífica  conferencia del Cardenal prefecto de Justicia y Paz, un hombre que viene del continente africano. En todas estas charlas encontramos un rico arsenal para seguir avanzando en el conocimiento de la Biblia.

Quiero hacer una pequeña reseña de lo que nos dijo el Prefecto de Justicia y Paz. No habló de la Palabra de Dios como  creadora. Dios, nos decía,  creó un cosmos, un mundo bello y su providencia nos ayuda a que no lo convirtamos en un caos. En esa Palabra Dios se revela haciendo una alianza con la humanidad  a través del pueblo de Israel. De esta forma Yavé se convierte en nuestro único    Dios, y nosotros tomamos conciencia de que somos su pueblo amado, sus amigos.  Esta alianza  hecha a través del pueblo de Israel se extiende a todos los pueblos de la tierra.

Y añadió  cómo esta Palabra Eterna se hizo carne. En Jesús de Nazaret Dios toca nuestras vidas y abraza  a toda la humanidad. Dios se compromete así para arrancar todo el pecado del mundo, toda esclavitud, todo sufrimiento.  Todo el  que tocaba a Jesús quedaba curado. En Jesús de Nazaret está la esperanza de crear un mundo más humano y fraterno, un mundo fundamentado en la justicia y  en la paz.

A un filósofo moderno se le escapó esta expresión. “¡Ay de los pobres si no existiera Dios!” Precisamente la santa Biblia nos enseña como su mensaje más sublime que la Palabra eterna se hace hombre para ser en Jesús el Dios de los pobres.