Manuel de Diego Martín
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2 de agosto de 2008
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Cuando la gente viene a pedir a la puerta de mi parroquia, me pone en un gran aprieto, me veo ante un tremendo dilema. Si les doy limosna, me quedo mal, porque pienso que me pueden estar engañando y que con esto no arreglo nada. Si no les doy nada, me quedo peor, porque puede ser que de verdad lo necesiten, y esto no está de acuerdo con el evangelio que nos dice que hay que dar de comer al hambriento.
Muchas veces les digo: “Id a Caritas, Id a los Servicios Sociales del Ayuntamiento que allá os atenderán y podrán solucionar vuestro problemas”. Y me dicen que precisamente vienen de allá y que no les han dado nada; me suplican diciendo que lo que necesitan hoy es poder comer.
Así pues, me decido a ir con ellos al Supermercado a comprar comida, por lo menos sé que mi dinero se convierte en pan, no en alcohol ni otro vicio. También les acompaño a la estación cuando lo que necesitan es un billete para viajar. Así salgo del paso y acallo un poco mi conciencia. Pero la realidad es que yo ni tengo tiempo, ni preparación, ni posibilidades para poder arreglar como es debido estos problemas. Para eso hay unas estructuras montadas, tanto por la Iglesia como por los Ayuntamientos, para que puedan hacer un seguimiento, puedan afrontar el problema, y sean capaces de dar soluciones que no sean pan para hoy y hambre para mañana. Tengo la convicción de que los Servicios Sociales y Caritas son unos medios privilegiados para evitar el limosneo y todas formas de ayuda que no son dignas en nuestro mundo de hoy.
Mientras estoy haciendo estas reflexiones me encuentro en un periódico nuestro, en un reportaje a toda plana, la acción solidaria que un grupo de jóvenes de inspiración cristiana están llevando a cabo a favor de unos grupos de inmigrantes que viven en asentamientos de nuestra ciudad de Albacete. Todos los días llevan bocadillos para un centenar de personas. No son los pobres los que vienen a pedir a las puertas de los limosneros, sino que estos se organizan para ir a llevarle el pan de cada día. Mejor es acercarse al pobre a llevarle su comida, y que no sea éste el que cada día tenga que mendigar su trozo de pan. A pesar de todo yo me pregunto: “¿es que Caritas, es que los Servicios Sociales del Ayuntamiento, es que la Alcaldesa no pueden solucionar esta papeleta de una manera mejor?
Al final te das cuenta, que a pesar de todos los pesares, aunque estemos en contra del limosneo, a veces no queda otra salida para que unas gentes puedan comer, el que haya a su vez otra buena gente, que al margen de las estructuras de ayuda solidaria, están ahí para dar de comer al hambriento, o ayudarle en necesidades de emergencia. Así pues luchemos por las estructuras de solidaridad, podemos llamar oficiales, pero a la vez demos gracias al cielo, por la gente que da limosna por su cuenta.
Que no falte nunca esta buena gente, por el bien de los pobres.