Mons. D. Ángel Román Idígoras

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9 de noviembre de 2025

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Celebramos hoy el día de la Iglesia Diocesana. Hoy es un día de identidad, de amar y de acción de gracias. La Iglesia ha organizado su presencia en el mundo dividiendo todo el globo terráqueo en unas unidades territoriales que se llaman diócesis. No existe un rincón de nuestro planeta que no pertenezca a una.

Nosotros somos de la diócesis de Albacete. Esta es la porción concreta de tierra donde se nos llama a vivir y a anunciar el Evangelio. Es un trozo de la viña del Señor donde nosotros hacemos presente la Iglesia. Es el pedazo de mundo que tenemos que amar y servir de forma especial, y al que nos sentimos orgullosos de pertenecer, porque es el lugar donde Dios nos ha pedido que encarnemos su obra de salvación. Lo mismo cada bautizado en su diócesis.

Este orgullo no es un ponernos por encima de nadie, sino que brota de la grandeza de haber sido elegidos por Dios, sin ningún mérito nuestro, para llenar de su alegría nuestra tierra. Amamos el mundo entero y la Iglesia Universal, pero Dios nos llama a explicitarlo de forma especial en nuestra Diócesis.

Por eso, hoy es día de sentirnos unidos todos como “Diócesis”. Estamos llamados a vivir en comunión, fortaleciendo el vínculo que robustece la misión de cada uno, pero sabiendo que la misión es de todos. Hoy es día de sentir y gritar de corazón lo bonita que es nuestra tierra; hoy es día de manifestar la alegría de poder servirla juntos, llevando a todos sus rincones la esperanza de Jesucristo.

Amamos nuestra tierra porque Dios ama el mundo. Amamos nuestras gentes porque Dios ha dado la vida por cada uno. Amamos nuestra Diócesis porque somos el Pueblo de Dios que camina en Albacete. Y queremos darnos a corazón abierto, porque Jesús se ha jugado todo por nosotros.

Nuestra Diócesis está cumpliendo 75 años. Es todo un tiempo de ilusión y proyectos; de vida y búsqueda; de sencillez y lucha; de gente que se acompaña y celebra; de hermanos que caminan juntos a la luz del Señor. Somos Iglesia al completo, donde todos somos necesarios y no sobra nadie: Pueblo de Dios, con el laicado enviado a ser fermento en el corazón del mundo; acompañados por el apóstol y su presbiterio; servidos por los diáconos; y enriquecidos por la multitud de carismas suscitados por el Espíritu en la vida consagrada.

La diócesis es fuente de seguridad y comunión; es servicio para cada uno; es identidad de ser Iglesia; es signo de catolicidad y sello de comunión con el Papa y la Iglesia Universal.

Tenemos el gozo y la responsabilidad de seguir cuidándola con nuestra oración, nuestra atención a los hermanos y nuestro buen hacer evangelizador. No podemos olvidar que tanto ama Dios a Albacete, que ha entregado a su Hijo para que nuestra gente se salve. Y, como ya he dicho antes, nosotros somos los “peregrinos de esperanza”, elegidos por Él para cumplir aquí y ahora su voluntad de redención.