+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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10 de junio de 2023

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La fiesta del Corpus Christi es fácil de entender si nos detenemos a pensar en lo que se celebra. El Corpus Christi, es decir Cuerpo de Cristo, más propiamente llamada solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, recuerda precisamente la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Como bien sabemos, la Eucaristía es para los católicos el momento ritual en el que el pan y el vino ofrecidos por el sacerdote que celebra la Misa se convierten en todos los aspectos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, por obra del Espíritu Santo. En este milagro, que se vuelve real en cada celebración de la Eucaristía, se renueva el sacrificio de Jesús, la ofrenda total de sí mismo en la Última Cena, que se llevó a cabo en la Cruz y que se manifestó en su Resurrección.

Por tanto, podemos decir que en la fiesta del Corpus Christi se celebra la cercanía de Jesús a los hombres, el momento más alto y significativo de su experiencia humana. Por ello las celebraciones que acompañan a esta fiesta suelen tener un carácter popular, y se desarrollan con procesiones, desfiles religiosos, representaciones sacras y otros eventos litúrgicos-culturales-religiosos. Fue una religiosa, Sor Juliana de Cornillon, la que animó a celebrar esta fiesta en honor del Cuerpo y de la Sangre de Cristo el año 1208 y fue consecuencia del florecimiento del pensamiento eucarístico del siglo XI.

No podemos celebrar la solemnidad del Corpus Christi, memorial de encuentro y entrega de Cristo, sin vivir y experimentar la profunda e inseparable unidad entre la fe y la vida; la unidad entre la Eucaristía y la Caridad. La solemnidad del Corpus Christi nos permite revivir el clima intenso de la Última Cena y nos conduce a lo que es fundamental en nuestra vida y misión como cristianos, “la fuente y el culmen de toda evangelización”: la Sagrada Eucaristía.

En este año, como en años sucesivos, la Iglesia en esta solemnidad del Corpus Christi quiere alentar el ánimo y la alegría cristiana. La violencia, el dolor, la enfermedad, la guerra y la muerte del ser humano, provocan heridas en el corazón de Dios. Pero la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo vivida con fervor y devoción cristiana nos impulsa y llena de fe y esperanza, porque, aunque estas realidades humanas nos hacen sufrir tanto personalmente como comunitariamente, Cristo no nos deja desamparados, sino que nos adentra en su Corazón, crucificado y resucitado, que es fuente de toda esperanza. 

Ante estas situaciones dolorosas y de necesidad humana, la respuesta e implicación solidaria está siendo encomiable, tanto por parte de todos y por medio de Cáritas y otras organizaciones de caridad. Realmente, no podemos permanecer ajenos al dolor y al sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas. Toda nuestra persona debe vibra ante esta realidad que Cristo hizo suya y redimió en la Cruz y que anticipó sacramentalmente en la Última Cena y ahora nosotros en la solemnidad del Corpus Christi la actualizamos y la hacemos eficaz.

Quiero agradecer todas las muestras de solidaridad que tantas personas realizáis en favor de las necesidades que nuestros hermanos y hermanas carecen de ellas por medio de Cáritas u otras organizaciones caritativas. Al mismo tiempo os advierto que esta actividad no puede ser “flor de un día”, sino que se necesita un compromiso solidario, estable y permanente.

Tengamos presente la invitación que el apóstol San Pablo dirigía a los fieles de Galacia, y que el Papa Francisco nos recuerda: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).

En este día nos recogemos y nos adentramos en silencio ante el misterio de la fe. Contemplamos el “asombro eucarístico”, como lo llamó san Juan Pablo II, y con agradecimiento adoramos el Sacramento en el que Cristo quiso “concentrar” para siempre su amor infinito. Por tanto, la solemnidad del Corpus Christi hace que nuestra vida cristiana junto a la adoración nos lleve de la mano al compromiso para transformar con Cristo la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. La presencia de Cristo nos dona la paz que necesitamos y que necesita el mundo; una paz que nos lleva a estar presentes junto al Cuerpo de Cristo en los más necesitados.

“Te adoramos, oh verdadero Cuerpo nacido de la Virgen María”. Feliz Solemnidad del Corpus Christi.

 

Ángel Fernández Collado

Obispo de Albacete