Manuel de Diego Martín
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17 de enero de 2009
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Estos días de Navidad, nuestro obispo los ha pasado con nuestros misioneros en Guatemala. Es interesantísimo escuchar sus relatos, poder conocer las vivencias que ha tenido en el país hermano. Una de las cosas que más nos ha llamado la atención es cuando nos hablaba de la violencia que allí se da en plena calle. Uno mata a otro por nada, porque le ha quitado la novia, porque no ha querido bailar con él, porque le tengo envidia. Lo triste es pensar que después no pasa nada porque no hay justicia, De nada sirve apelar, denunciar, lo mejor es callar y conformarse ante la pérdida de un ser querido con el mismo estoicismo del que pierde un perro atropellado por un camión.
Este relato que tantísimo nos llama la atención, nos hace temer si también entre nosotros va a llegar el día en que los matones campen por sus fueros y luego la cosa quede en casi nada porque no hay justicia, o entre nosotros la justicia esté muy debilitada.
Estos días se está hablando de que nuestros jueces van a ir a la huelga general. ¡Qué fuerte suena todo esto! Por una parte uno piensa que ellos, como ciudadanos que son, tienen derecho a la huelga como todo el mundo para defender sus intereses. Pero como jueces, ¿tienen derecho a dejar a un país sin justicia? Que los mineros, que los transportistas hagan sus huelgas, bien. Que hagan huelga los educadores es un poco más fuerte; que la hagan los médicos y enfermeras mucho más; pero que la hagan los jueces, los encargados de cuidar de las leyes que defienden la convivencia, dejando a un país sin administrar justicia, me cuesta mucho entenderlo. Ellos tendrán sus razones para hacerla, y puesto que son gentes que saben mucho lo habrán ponderado muy bien.
Este tema me lleva a otra reflexión. En estos días en que se están paseando los autobuses con el anuncio de que “Dios probablemente no existe” al ver lo que está pasando en Guatemala y en tantísimos países en que se han quedado sin justicia: viendo lo que puede pasar en España en que también podemos quedarnos sin ella, no hay más remedio que afirmar: ”Dios existe”. Si Él no existiera ¿quién hará justicia? ¿Es que los crímenes, la tiranía de los malos puede quedar inmune? Por eso hay una prueba clásica de la existencia de Dios que nos dice que aunque haya jueces corruptos, aunque haya jueces que entran en una huelga indefinida, siempre queda alguien en el juzgado de guardia para hacer justicia. A éste alguien llamamos Dios. El nunca hace huelga, él nunca mira a otro lado, él nunca se somete a los poderes fácticos, él siempre hace justicia. Nadie escapa de sus manos.