+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

|

29 de abril de 2007

|

189

Visitas: 189

Haz latir el corazón del mundo

Queridos amigos:

Celebra la Iglesia la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. La celebramos en plena Pascua florida, cuando la Vida vence a la muerte y la naturaleza viste sus colores de fiesta. Coincide con el domingo llamado «del Buen Pastor», el Pastor que muere para dar vida. Sólo se puede hablar de las vocaciones en clave de vida, de alegría y de generosidad.

Una de las palabras más hermosas que Jesús pronunció fue «sígueme». Llevaba un acento personal e intransferible. Sonaba a requiebro amoroso. Aunque haya épocas en que parece que nos volvemos sordos, Dios no deja de llamar.

El mensaje del Papa Benedicto XVI para esta Jornada lleva por título “La vocación al servicio de la Iglesia-comunión”. Cristo nos llamó a la comunión con Él mediante la incorporación a la Iglesia por el bautismo, para servir a la comunión de todo el género humano. Como miembros de su Cuerpo, todos los bautizados estamos llamados a la apasionante tarea de prolongar con nuestra vida y nuestras obras la misión de Jesús. La mayoría, como laicos en medio del mundo, para construirlo según el proyecto de Dios. Algunos, como sacerdotes, para perpetuar en medio de su pueblo su presencia de Cristo Pastor. Otros, para seguirle de manera pobre, virginal y obediente, dejándolo todo por el Reino. Y aunque el bautismo es ya una consagración, cuando hablamos de vocaciones de especial consagración nos referimos a la vida sacerdotal y a la vida consagrada, en su doble forma, religiosa y secular.

¿Habéis pensado qué sería de nuestra Iglesia sin la vida contemplativa de los monjes y monjas, que consumen su existencia en disponibilidad orante, recordándonos desde sus claustros, a quienes andamos necesitados de tantas cosas, que «sólo Dios basta»?

¿Qué sería de nuestra Iglesia sin la vida consagrada activa, sin sus múltiples presencias en los campos educativos, en el servicio de atención y promoción de los pobres y marginados, en los frentes misioneros?.

¿Sería concebible una iglesia a la que le faltaran los presbíteros que, en nombre de Cristo, reúnan, partan el pan de la Palabra y de la Eucaristía, acompañen y alienten la fe de nuestras comunidades cristianas?

Las vocaciones de especial consagración son una riqueza inmensa para la Iglesia y para el mundo; su carencia supone una inmensa pobreza. Han de ser las comunidades cristianas, viviendo una experiencia honda de fe, la tierra fértil en que florezcan. Una comunidad de fe viva engendra creyentes dispuestos a hacer suya la respuesta tantas veces repetida en la Biblia y a lo largo de los siglos: » Aquí estoy, envíame».

Tengo delante el cartel de la Jornada y el lema que lo explica: “Haz latir el corazón del mundo”. Y guardo preciosos testimonios que hablan mejor que las palabras. Os ofrezco algunos, como botón de muestra:

«Yo andaba buscando la felicidad fuera de Dios. Estuve once años alejada de la Iglesia, buscando llenar mi corazón, que se sentía vacío. No dejaba de preguntarme por qué no era feliz. Y así, en un momento en que ya nada tenía sentido en mi vida, Dios irrumpió en mi existencia. Fue con motivo de un viaje con mis padres a Lourdes. Allí me encontré con Cristo en el rostro sufriente de cada enfermo. Empecé a ser consiente de mi vida de pecado y me acerqué la sacramento de la reconciliación.
A la vuelta, quería seguir a Jesús, no podía vivir sin El. Me sentía como la pecadora del Evangelio que, después de saberse perdonada sólo quería seguir Jesús. Poco a poco fue enamorándome, me robó el corazón. Ahora mi corazón exulta de gozo, quiero ser luz que refleje al que es la Luz; ir dando, como El, gota a gota mi sangre en un martirio de amor , derramando mi vida a sus pies, para que su gracia se desborde en todos los corazones»
 (de las Hermanas pobres de Santa Clara)

«Sentí la llamada de Dios poco a poco, despacio, como cuando amanece. Vas viendo un poquito más de claridad, al principio casi imperceptible, y dices de repente. ¡Ya es de día! Ahora trabajo en el campo de la educación… Me gusta quedarme sola en silencio, cuando se van los alumnos. Sentarme o pasearme entre sus pupitres vacíos, repasar sus caras de asombro, de simpatía o tristeza…, sus nombres, sus problemas… los posibles motivos de sus comportamientos, sus reacciones. Me ayuda a verlos luego de manera diferente… Jesús es el mejor libro de pedagogía, su pedagogía es la del corazón… Todo en Él brota de un corazón educador: gestos, actitudes, palabras…. Pensando en la vida de Jesús y contemplando los pupitres en silencio, sé que florecerán» (de las Esclavas del Divino Corazón )

«Me siento feliz con este pueblo que me acogió y del que he recibido tanto: Un pueblo que muere rezando, llora cantando y vive sufriendo. Doy gracias a Dios por todo lo vivido. África me ha brindado su amistad, ha madurado mi fe, me ha enseñado a vivir la frescura del Evangelio, la grandeza de lo pequeño, la riqueza de lo diferente. En África ha aprendido a compartir, a esperar, he aprendido la paciencia y el gozo de recibir». (de la Compañía de María)

¿Puede alguien pensar honestamente que estas formas de vida son el residuo de un pasado caduco?. ¿No son, por el contrario, una promesa de futuro par hacer latir el corazón del mundo?. Si lo sentís así, orad cada día para que sigan floreciendo las vocaciones de especial consagración.