Manuel de Diego Martín

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23 de abril de 2011

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Hubo un tiempo en que una ministra del gobierno español hizo aquella afirmación tan super optimista. Decía algo así que la llegada a la presidencia de Obama y la reelección de su amigo Zapatero era la conjunción de dos astros en el firmamento de tal trascendencia planetaria que podíamos ver un antes y un después en la historia de la humanidad. Ahora vemos que la estrella de Zapatero fugazmente va desapareciendo del cosmos, y la estrella  Obama también se va eclipsando poco a poco y no tiene aquel resplandor con el que contaba la ministra. “Sit transit gloria mundi”, dicho en lenguaje ladino, así son las cosas de este mundo tan pasajeras y caducas.

Estos días he leído el libro de Jesús de Nazaret del Papa Benedicto. Para ser más exacto tendría que decir del teólogo Ratzinger, ya que este libro no va en plan doctrinal-magisterial, es simplemente la lección de un profesor que no pretende otra cosa que enseñar a sus lectores lo que sabe de Jesús de Nazaret. Naturalmente para mí ha sido una gozada leer este libro.

En el capítulo nueve nos habla de la Resurrección de Jesús y nos hace comprender que es un hecho histórico que va más allá de la historia. Con este acontecimiento la marcha de la humanidad es trastocada. Aquí hay como dice el Papa una “mutación decisiva”, un salto cualitativo en la marcha de la historia. La realidad humana ya no tiene tres dimensiones, sino cuatro. En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un nuevo tipo de futuro para toda la humanidad.

Recogiendo el pensamiento del papa podemos decir que puesto que Cristo ha resucitado hay esperanza de salvación para el mundo. Vivimos momentos de zozobra, de incertidumbre, la crisis económica que no nos deja respirar, las revueltas sociales del Norte de África que puede acarrear una invasión de inmigrantes que Europa no puede acoger. Los fundamentalismos religiosos y los laicismos excluyentes que hacen casi imposible la paz. ¿Hay posibilidad de futuro?

Nosotros desde la convicción en la verdad fundamental de que Cristo vive, y que con su muerte ha vencido las fuerzas del mal, nos atrevemos a decir que la historia tiene futuro, y el triunfo será siempre de los que apuestan por la verdad, la justicia y la libertad. Este es el mensaje final del Apocalipsis, el último libro de la Biblia que tan bien interpreta S. Agustín en su obra inmortal de la “Ciudad de Dios”. El bien tiene futuro porque Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!