Manuel de Diego Martín

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25 de junio de 2016

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En el Decálogo, la Ley de Dios dada a Moisés, se dice así de claro: “No matarás” Luego vino la reflexión legislativa en que se decía que se puede matar en legítima defensa o por salvar al todo se podía sacrificar la parte. La sociedad creyó  que en situaciones muy concretas se podía eliminar al asesino para evitar males mayores y  también como castigo ejemplar para que otros no caigan el  mismo mal.  Y en esta manera de pensar nos encontramos de tal manera que en muchos países sigue vigente la  pena de muerte como ocurre en un pueblo tan desarrollado y libre como son los Estados Unidos.

Pero la sensibilidad moderna va por otro camino. Hoy son muchos los que dicen no a la pena de muerte, hay otras maneras de defenderse y otras medidas de disuasión, sin tener que recurrir al extremo de arrancar violentamente la vida a nadie.

En este sentido la sensibilidad ha cambiado mucho a lo largo de los años.  Recuerdo cuando el famoso proceso de Burgos en que fueron fusilados  algunos terroristas, qué mal sentó a la opinión  pública española cuando el cardenal Montini, Arzobispo de Milán, denunció aquello, diciendo que había otros modos más humanos para atajar el mal.  El día en que Montini  llegó a ser Pablo VI no se recibió con mucha alegría entre nosotros ya que  se recordaba aquella denuncia que nos había hecho. Poco a poco se fue olvidando y a Pablo VI se le quería porque era el Vicario de Cristo. En este sentido también podemos recordar aquella famosa homilía de nuestro querido Alberto Iniesta, que en paz descanse, cuando siendo Obispo auxiliar de Madrid se atrevió a decir que eso de la pena tenía  que cambiar.  ¡Cuánta polémica se armó, hasta tuvo que ir a Roma a dar explicaciones del caso!

Esta sensibilidad en contra de la pena de muerte, afortunadamente,  va creciendo. En el pasado martes, en el VI Congreso de Oslo, si reunieron mas de ciento cuarenta Organizaciones  para clamar contra la pena de muerte.  En este Congreso se recibió el mensaje del Papa que nos dice: “La pena de muerte es una ofensa a la inviolabilidad de la vida  y a la dignidad de la persona humana  que contradice el designio de Dios  sobre el hombre y la sociedad y su postura misericordiosa” Y sigue el Papa diciendo: “no hace justicia a la vida  sino que fomenta la venganza “El mandato “no matarás”  tiene valor absoluto  y abarca tanto a inocentes como a  culpables.

Reflexionamos un poco y nos preguntamos. Si el valor de la vida humana es tan grande que no se la pueda arrancar ni a un asesino ¿cómo no sentir el mayor rechazo a lo que está sucediendo cada día y en tantos lugares y que la misma ONU propicia,  en que la vida se arranca  con el aborto a tantos niños inocentes?  Que el jaque mate que el Papa da a la pena de muerte sea una llamada urgente  a no quitar la vida nunca a nadie.