E. Javier Sánchez López
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14 de octubre de 2023
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Hay algunas personas que relacionan las cosas de Dios con el aburrimiento, con la tristeza. Sin embargo, Jesucristo nos ha enseñado todo lo contrario. Bastaría preguntar a muchos cristianos de nuestro tiempo. Los verdaderos cristianos son las personas más felices. Y un buen ejemplo de lo que digo está en el Evangelio de hoy: Dice Jesús: “El Reino de Dios se parece a un rey que iba a celebrar la boda de su hijo, y mandó criados para que avisaran a los convidados y les dijeran: tengo preparado el banquete, venid a la boda”.
Una boda, ayer y hoy, siempre nos suscita alegría, felicidad, amor, fiesta. La boda de la que hablaba Jesús, quería decir en primer lugar: la felicidad de encontrar en nuestra vida al ser que más nos ama: El Dios de Jesús, el Dios amor.
En segundo lugar: Esa boda nos ofrece la mejor tarea que se puede tener en este mundo: amar a Dios y al prójimo, realizándola según nuestra vocación particular. En tercer lugar: la boda consiste en invitarnos a alimentarnos con los mejores alimentos: La Palabra de Dios y los Sacramentos.
Cuarto lugar: Trabajar por la paz, por los derechos humanos, para que el mundo sea una gran familia y, en quinto lugar: nos ofrece la posibilidad de ser felices totalmente después de la muerte, para siempre. Como nos dice Isaías: “Llegará un día en que Dios aniquilará la muerte, enjugará las lágrimas de todos y preparará un banquete para todos los pueblos”. Nadie nos puede ofrecer nada mejor que estos cinco puntos.
Ahora bien, lo que nos dice Jesús en el Evangelio de hoy es que aquellos que fueron invitados a la boda, en primer lugar, rechazaron el Banquete (en general el pueblo judío) “Vino a los suyos y los suyos, no lo reconocieron”. “Muchos son los llamados, pocos los elegidos”. Es más, mataron a los enviados del Rey.
Pero el Rey, invitó a otros a la Boda: “Id a los caminos, invitad a los que encontréis; y la sala se llenó de invitados”. En este segundo grupo (estamos) se refiere a todos aquellos que, a lo largo de la historia, hemos creído en Jesús y hemos participado de su banquete, formando parte de la Iglesia, todos los que hemos sido bautizados. ¡Cuánto tenemos que agradecer a Dios, que nos haya invitado a formar parte de la Iglesia!
Hay, sin embargo, una frase del Evangelio, que nos hace pensar, y es cuando el Rey se da cuenta de que uno de los que han entrado al Banquete, no llevaba traje de fiesta. Le pregunta y no sabe que decir, y entonces el Rey le manda salir fuera de la Sala. Y es que la hospitalidad oriental mandaba facilitar traje de fiesta gratis al que no tuviera por ser pobre.
Este detalle de no llevar traje de fiesta quiere indicarnos que, para ser cristiano, no basta con estar bautizado, sino que no te podrás salvar si no vives en gracia de Dios, lo que significa que un cristiano tiene que ser limpio de corazón, tiene que reconciliarse con Dios, si ha caído en pecados graves, tiene que tener entrañas de misericordia, de solidaridad, como los cristianos de Filipo, que ayudaron a S. Pablo con sus bienes.
Hoy se nos invita a todos nosotros a hacernos estas preguntas: ¿Cómo es mi respuesta a Dios en estos momentos de mi vida? ¿Cómo acojo las invitaciones que me hace en cada Eucaristía, y en otros momentos? ¿Tengo hambre de todo lo que viene de Dios?
Dios quiere nuestra felicidad, agradezcámosle tantos dones que nos concede en el Banquete de cada día.
E. Javier Sánchez López
Diácono Sagrada Familia, Albacete