+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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16 de septiembre de 2007
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]J[/fusion_dropcap]uan Pablo II nos recordaba cómo, “a finales del segundo milenio, la Iglesia se ha vuelto a convertir en la Iglesia de los Mártires” (TMA. 43). El mismo Papa quiso que las Iglesias locales hiciéramos todo lo posible para conservar la memoria viva de quienes habían sufrido el martirio, cuyo ejemplo de fidelidad y amor nos alienta en el seguimiento de Nuestro Señor Jesucristo.
Hace unos meses os escribí para anunciar la Beatificación de cuatrocientos noventa y ocho mártires, entre los varios miles que fueron inmolados por su condición de católicos, y para invitaros a participar en la misma a quienes pudierais hacerlo. Hoy, al acercarse esta fecha, lo hago de nuevo para invitaros a compartir la alegría y la acción de gracias.
Como sabéis, entre ese grupo de mártires que serán beatificados próximamente, cinco sufrieron el martirio mientras ejercían el ministerio, como presbíteros diocesanos, en la que actualmente es nuestra Diócesis de Albacete: Don Bartolomé Rodríguez Soria. párroco de Munera; D. Fortunato Arias Sánchez, párroco de Hellín; D. Marmerto Carchano Carchano, párroco de Molinicos y arcipreste de Elche de la Sierra; D. Miguel Díaz Sánchez , párroco de Caudete; D. Rigoberto Aquilino de Anta y de Barrio, párroco de Peñas de San Pedro.
Los testimonios de quienes fueron sus compañeros de Seminario y de ministerio, así como otros, recogidos en los distintos pueblos o ciudades de las que entonces eran sus diócesis, avalan unánimemente la limpia y generosa ejemplaridad de sus vidas. Cada uno de ellos dejó entre sus respectivos feligreses una estela admirable de bondad y disponibilidad sacerdotal. A pesar del peligro inminente, casi todos ellos prefirieron morir antes que abandonar a sus fieles. En algún caso, ni siquiera la intercesión de algunos milicianos, agradecidos a la labor social del sacerdote en defensa de los más pobres, pudieron librarle de la muerte. A pesar haber sufrido horribles tormentos y vilipendios, todos murieron ofreciendo el perdón a quienes les arrebataban la vida. Todos demostraron una inusual fortaleza espiritual y moral. Ellos son ejemplo luminoso del seguimiento de Jesús y, ahora con más razón, intercesores seguros ante Dios. Ellos son honra y gloria de nuestra Iglesia de Albacete.
Las Iglesias que peregrinan en España, al sacar a luz los testimonios de quienes fueron martirizados durante la horrible contienda de los años 1936-39, por el solo hecho de ser sacerdotes, religiosos/as o laicos creyentes, han querido huir de toda polémica , y aún más de cualquier tipo de utilización interesada o partidista. Siguiendo el mismo surco de quienes murieron perdonando, y en consonancia con la reconciliación que muchos quisimos que fuera el sello de la transición política en los años setenta, ni siquiera se han reclamado culpabilidades. Hacer, pues, otra lectura de las próximas beatificaciones es distorsionar la realidad La beatificación de unos no va en contra de otros, ni contra nadie que perdiera la vida en aquella trágica y lamentable situación. Los testimonios de los mártires tampoco pretenden borrar el hecho también lamentable de quienes, por ser fieles a sus convicciones, sufrieron represiones y persecuciones sólo por sus ideas.
Nuestras Iglesias al promover la próximas beatificaciones sólo han pretendido poner sobre el candelero la luz que sus vidas y sus muertes irradia para los creyentes de hoy y para los que vacilan en la fe; ofrecer ante un mundo, que anda bien necesitado de ejemplaridad y belleza, testimonios ejemplares de fortaleza cristina, de perdón y, por eso , de reconciliación. Los mártires de ayer y los de hoy son un triunfo de la gracia de Dios en nuestra debilidad, destellos de la luz que nos orienta en la camino de la realización más plena. El mundo sólo puede ser salvado por el amor.
Los santos son la gloria de la Iglesia, los que permiten que ésta presente ante el mundo la filigrana de belleza que es capaz de lograr el Evangelio cuando se encarna en unas vidas que se han dejado trabajar por la gracia de Dios.
Queremos que no pase inadvertido en nuestras parroquias y comunidades el próximo acontecimiento de las beatificaciones; que se dé a conocer a nuestros mártires. Las breves biografías suministradas por nuestra delegación y los materiales catequéticos preparados por los servicios de la Conferencia Episcopal, que haremos llegar a las parroquias, son un buen medio para ello.
Nuestra Iglesia de Albacete da gracias a Dios por contar con estos nuevos testigos de Jesús. “La verdadera fuerza de convicción de la fe viene de nuevo hoy gracias a sus testimonios” (Cardenal Ratzinger, en Madrid, 2005). En su momento, y de acuerdo con las parroquias respectivas, os convocaremos para celebrar este acontecimiento En la dureza y la intemperie de nuestra cultura del materialismo, del vacío y del relativismo, pidámosles fidelidad en la fe, fortaleza en la esperanza y disponibilidad para la caridad.