+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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26 de enero de 2013
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]Q[/fusion_dropcap]ueridos amigos:
En vísperas de Navidad, ¿recordáis?, se lanzaba la Campaña de Sembradores de Estrellas, de la que son protagonistas los niños. Porque los niños están empeñados en poner luz donde hay oscuridad. Saben que Jesús ha dicho: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Jn 3, 19-21).
Pero esta encantadora movida infantil no se detiene ni ante la cuesta de enero, pues hoy se celebra la Jornada de la Infancia Misionera. La misión, por ser cosa seria, no es sólo de los adultos; los niños son también “protagonistas y promotores, acreditados valedores del Espíritu que anima el envío misionero”.
Los niños misioneros han hecho posible la realidad de la Obra Misional de la Infancia Misionera, iniciada hace 170 años por un obispo francés, impresionado de lo que contaban los misioneros que regresaban de Oriente sobre la dramática situación en que vivía la población y, especialmente, los niños. La Obra de la Infancia Misionera se propone sembrar en los niños la semilla de la inquietud misionera y la solidaridad con los niños que todavía no conocen a Jesús y que tienen tantas necesidades materiales. Han sido incontables los hospitales, orfanatos, centros de salud y escuelas que sean se han levantado con la generosidad de los niños misioneros.
En los últimos cinco, los niños españoles han vivido con la imaginación y con el corazón una preciosa aventura: recorrer de la mano de la Iglesia los cinco continentes para ir al encuentro de Jesús con los niños de allá. El itinerario ha tenido etapas fascinantes: “buscar a Jesús”, “encontrarle”, “seguirle”, “hablar de él”.
Ahora toca unirse a todos los niños de Europa para “acoger” a los de otros continentes como lo hizo Jesús. Los niños que han tenido la gracia de encontrar a Jesús han vivido una experiencia admirable que les ha ensanchado el corazón hasta hacerles capaces de iniciar con otros niños relaciones de amistad, sea cual sea el color de su piel o su raza.
Es lo que expresa el cartel de la Jornada: cinco niños, encabezados por Jesús, se abrazan entre, abrazando así la esfera de la tierra. De Jesús brotan rayos que iluminan el mundo. Los niños, en corro, parecen bailar una danza de alegría: la alegría de saber que todos somos hermanos.
Con todos los niños de la Diócesis, quiero pedirle a Jesús, luz del mundo, que nos dé fuerzas a todos los diocesanos para amar cada vez más y mejor, que alargue nuestras manos para abrazar a todo el mundo, que abra bien nuestros ojos y nuestros oídos para percibir las necesidades y las voces de los millones de niños que nos gritan desde su pobreza, su dolor y su oscuridad. Que, en esta Jornada misionera, Jesús abra nuestro corazón a la generosidad.
Con mi afecto y bendición,