Damián Picornell
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24 de abril de 2021
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El evangelio de este cuarto domingo del tiempo pascual nos presenta la imagen de Jesús como el buen pastor que da la vida por sus ovejas. Sin duda, se trata de una imagen cargada de simbolismo y de ricos significados en la tradición bíblica e histórica. Pero, teniendo en cuenta que cada vez son más los que no han visto un pastor junto a su rebaño, salvo en alguna película… tal vez conviene atreverse a traducir el significado de esta imagen de modo más comprensible para nuestra cultura de hoy, especialmente para los más jóvenes.
Lo que caracteriza a Jesús como buen pastor, según el evangelio es dar la vida libremente y por completo. No conoce tiempos limitados ni recompensas inmediatas. Jamás huye ante las amenazas ni dispersa. Le importa cada persona y las conoce –amorosamente– mejor que nadie. Siempre con la mirada en quienes se ausentan, se pierden o carecen de interés por conocerle, amarle y seguirle. ¿Quién no querría contar con alguien así?
Busquemos nuevas palabras, imágenes o signos para este “perfil” del buen pastor. Términos tan actuales como liderazgo, gestión o estrategia se quedan muy cortos ante su hondura. Habrá que profundizar algo más, porque sólo se entiende a Jesús como buen pastor, desde su disponibilidad total a la voluntad de Dios Padre.
Todos participamos, a nuestra pequeña escala, de este pastoreo de Jesús, mediante nuestra vocación y compromiso en la Iglesia. Lo mejor que se puede decir de padres, docentes, catequistas, sacerdotes, consagrados, laicos… es que se parecen en algo a Jesús, buen pastor, o buen… (la palabra que hayamos encontrado).