Manuel de Diego Martín

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9 de febrero de 2013

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Estamos celebrando la 54 Campaña de Manos Unidas contra el Hambre y este año lo hace con el lema: “No hay justicia sin igualdad”. Cuando la campaña habla de igualdad está teniendo en cuenta la situación de las mujeres en tantos países que por la simple condición de serlo están siendo discriminadas una manera escandalosa.

En el objetivo 3 del Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas se buscaba promover la igualdad entre hombres y mujeres. Es verdad que se va haciendo algo, pero ni mucho menos lo que se debiera. Los indicadores muestran la triste realidad de que, hoy por hoy, las mujeres constituyen el 70% de los mil trescientos millones en extrema pobreza que hay en el mundo y dos de cada tres personas analfabetas son mujeres.

Hay que luchar para que la mujer viva con dignidad, sin discriminación, según el proyecto del Creador: “hombre y mujer los creó”. El respetar esta igualdad es la garantía y fundamento de que en el mundo haya justicia, paz y prosperidad. Es incuestionable que la mujer en colaboración con el hombre aportando lo que ella lleva en sus genes es lo que trae el verdadero desarrollo humano. El hombre sólo se queda a medias.

Por tanto hay que dar jaque mate a todo machismo. Pero en esta reivindicación de la igualdad no se deben oscurecer los roles y misiones complementarias que tienen ambos. Ahora está en el debate del matrimonio homosexual, una plaga que invade Europa. Está ahí la ideología de género que borra fronteras entre el ser hombre y mujer. Tampoco es de recibo que haya adopciones de niños en parejas homosexuales, ya que el niño tiene derecho a un papá y una mamá. A la mamá le ha dotado la naturaleza de unos dones que dos hombres juntos no pueden suplir.

Cuando voy a decir misa a las siete de la mañana me encuentro a papás que sacan del coche con todo su cariño a su bebé para entregarlo a la guardería. Y me digo ¡que papás más apañados! Se ve que la mamá a esas horas está trabajando y hay que buscar soluciones. Pero no sé por qué me viene al pensamiento el recuerdo de aquellos niños que veía en África atados al dorso de la mamá y de vez en cuando echando mano a la teta y tan felices. Claro, aquello no puede ser. Pero lo que si tenemos que reivindicar es que la mujer por su maternidad debe tener trabajos y horarios compatibles. Hay que reivindicar la igualdad sí, pero a cada uno lo suyo. En esto radica la justicia.