Manuel de Diego Martín
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12 de marzo de 2011
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El martes pasado se celebraba el día mundial de la mujer trabajadora. Esta jornada nació hace cien años reivindicando el derecho de la mujer al trabajo y al salario digno sin sufrir discriminación por razón de su sexo. Hoy esta jornada lucha para que todas las mujeres, en todas las latitudes, en todas las culturas, dentro de todos los credos y sistemas políticos puedan tener todos los derechos y libertades que las permitan vivir con dignidad. “Dignidad de la mujer” se titulaba una bellísima encíclica de Juan Pablo II que abordaba estos
Ese mismo día celebré un funeral en la Parroquia de la Purísima de una mujer que pudiéramos afirmar que ha vivido en plenitud esta dignidad de ser mujer. Se trata de Carmen Rodríguez que ha fallecido a los 103 años aquí en
En primer lugar la dignidad de madre. Cuatro hijas, nietos, biznietos que han vivido siempre apiñados alrededor de la abuela. Alguien me comentaba, “esta mujer recibía de los suyos tanto afecto y cariño que era imposible que se muriera”
Otra faceta de esta mujer fue la dignidad de trabajadora de la enseñanza, maestra de escuela. Ella era una de esas maestras que abarcan tantas dimensiones porque viven su tarea no tanto como una profesión sino como una vocación. Ella era profesora, pero también madre, amiga, consejera, confidente de sus
Mujer con un sentido de la solidaridad hasta la médula. Para todas las causas nobles que la requiriesen contaban enseguida con su apoyo y ayuda.
Mujer abierta al misterio de la trascendencia, profundamente religiosa. El altar mayor lucía un espléndido mantel de puntilla que ella había confeccionado hace años. Los símbolos eucarísticos de los bordados dan idea de lo que sentía en su corazón. Ella si que no daba puntada sin hilo, sino que en esta obra cada puntada llevaba el hilo del amor. Descanse en paz esta buena
Si queremos definir el ideal de lo que deber ser una mujer, creo que en Carmen encontramos un vivo retrato.