+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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23 de enero de 2021

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]U[/fusion_dropcap]n saludo muy cordial a todos los que asistís a esta celebración de la Eucaristía y, especialmente, a los Catequistas. Vosotros sois personas vacacionadas, colaboradores especiales del Señor en su Iglesia; sois testigos del amor de Dios por vuestra manera de pensar, de transmitir y de vivir cristianamente las enseñanzas de Jesús en el Evangelio, comprometidos en la tarea de formar y capacitar a aquellos a quienes ayudáis a crecer como personas cristianas. Sois acompañantes en nombre de la Iglesia y continuáis formándoos para crecimiento personal y mejor servicio a los demás. Gracias.

Como miembros necesarios y activos en la Iglesia, sois conscientes de que formáis parte de una Iglesia misionera y evangelizadora. Sois apóstoles por vuestra misión, respaldada por el ejemplo de vuestras vidas, de vivir y dar a conocer las enseñanzas de Jesucristo; sois apóstoles por mostrar vuestro amor y adhesión a su persona y enseñanzas y por vuestro vivir como cristianos comprometidos. Vosotros sentís también la necesidad de comunicar a los demás que Cristo vive y ha resucitado. Como lo hicieron los discípulos de Emaús, después de reconocer a Jesús, sentados juntos a la mesa, en el partir el pan (de la Eucaristía) y ponerse en camino de nuevo hacia Jerusalén para dar a conocer a los apóstoles y demás discípulos, que Cristo estaba vivo y resucitado. Tenéis también muy presente el mandato evangélico: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación». Para estos discípulos y para vosotros, lo más importante es dar testimonio de lo que “hemos visto y oído”, de lo que habían conocido, vivido y experimentado. Recordad que lo que enseñáis no son especulaciones, sino hechos salvíficos, de muchos de los cuales sois testigos porque los habéis vivido y experimentado como tales en vuestra vida.

El camino que estáis transitando como catequistas, la meta que aspiráis alcanzar, y la tarea pastoral que estáis realizando son un don, un regalo del Señor. «No sois vosotros los que me habéis elegido; soy Yo quien os he elegido y os he destinado para que deis fruto, y este fruto permanezca», nos recuerda Jesús. Es preciso ser conscientes de esta realidad, querida por Dios. Sed agradecidos siempre a su llamada y elección, sois formadores de cristianos, sois catequistas y colaboradores especiales de Dios.

¿Qué enseñanzas podemos destacar en las lecturas de la Palabra de Dios que han sido proclamadas hoy?

Cuando Dios llama, lo hace de una forma perceptible y exigente: «Vete a Nínive…,» le dice a Jonás. «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres», les dice Jesús a sus discípulos. Esta es la experiencia de los santos, de muchísimos jóvenes, hombres y mujeres. Esta experiencia aparece hoy en la narración del libro de Jonás, un personaje interesante y pintoresco del Antiguo Testamento que huye de la llamada de Dios, pues no quería realizar la tarea que Dios le encomendaba. Lo más importante del relato de Jonás no es si realmente pasó o no tres días dentro del vientre de un animal marino, sino que no quería hacer lo que Dios le pedía, cumplir su voluntad. Dios lo escogió para que se convirtiera él y para que -por la elección que Dios hizo de él, por el mensaje que proclamaría- muchos también se convirtieran.

El Señor escogió a Jonás y a este profeta no le valió de nada escapar en un barco para huir de Dios. El barco se vio metido dentro de una tormenta, Jonás es arrojado a las aguas al conocer los marineros que la causa de la tormenta era su rechazo a cumplir el mandato de Dios. Y luego de ser tragado por el animal marino, es arrojado cerca de las costas de la ciudad de Nínive para predicar lo que el Señor le pedía. El Señor buscaba que Nínive -gran ciudad, que para recorrerla a pie se requerían tres días- se convirtiera de sus vicios y pecados. Jonás predicó lo que el Señor le indicó: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida». Y, frente a su pensamiento meramente humano, los habitantes de Nínive respondieron positivamente, se convirtieron, creyeron en Dios, e hicieron penitencia. Dios, entonces, no destruyó la ciudad.

El Evangelio nos presenta hoy también a otras personas que son llamadas y que responden con prontitud y docilidad. Son los primeros discípulos de Jesús escogidos por él en el momento en que comienza su predicación en Galilea. Nos cuenta el Evangelio de San Marcos (Mc. l, 14-20)que Jesús, viendo a Andrés y a su hermano Pedro echando las redes de pescar en el lago, los llamó para hacerlos «pescadores de hombres, … y ellos dejaron las redes y lo siguieron». Una respuesta inmediata y obediente a la llamada del Señor. Dios siempre es el que toma la iniciativa. No hay discípulos sin llamada, sin elección divina. La respuesta debe ser clara: seguirle. «Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad», y«dejándolo todo, lo siguieron». Si es preciso, hay que dejar las redes: familia, profesión, trabajo. No debe haber obstáculos para el Evangelio. La llamada es urgente y decisiva, y la respuesta debe ser incondicional y agradecida.