Manuel de Diego Martín

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23 de febrero de 2013

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Hace unos días hablaba con un amigo tan pesimista que me quería convencer de que la situación social en que vivimos no tiene salida. Tengo conciencia, me decía, que yo que estoy cotizando y tengo ya cincuenta años, el día de mañana no podré cobrar la pensión. Al quererle sacar de su radical pesimismo, me replicaba diciendo que un pesimista hoy no es más que un realista bien informado. Dicho de otra manera no pueden ser optimistas más que aquellos que son ingenuos y están desinformados.

A pesar de todo, me quedo con la afirmación de nuestro Presidente de Gobierno cuando en esta semana nos decía en las Cortes que somos un país con futuro. Pero yo le diría que nuestro futuro no está solamente en arreglar el problema del déficit o el paro. No está sólo en conseguir que los pequeños autónomos tengan más posibilidades o que haya escuelas y hospitales para todos; tampoco en que no haya nunca más lugar para esas tragedias humanas que son los desahucios.

El futuro de España radica sobre todo en conseguir que nuestra sociedad tenga valores. Hace falta una sociedad en la que se respete la vida y el matrimonio y la familia sean lo que tienen que ser. Que los padres puedan seguir educando a sus hijos en aquellos valores que crean mejores y que los profesores tengan la autoridad y respeto que se merecen. Hay futuro cuando haya tanto rechazo en el ser humano a toda corrupción que lleguemos a que nadie tenga la tentación de ser corrupto.

Hay futuro cuando cada hombre sea capaz de decirse a sí mismo aquello del clásico: “Soy hombre y todo lo humano me afecta”. Dicho de otra manera, crear futuro es tener conciencia de que el bien común es lo primero que debemos buscar todos en nuestras relaciones humanas. Esta es la tesis del Papa Benedicto en la Encíclica “Caritas in veritate”. Si este principio mueve nuestras vidas, entonces nuestro futuro está asegurado. No puedo menos que recordar aquí con gozo la noticia de estos días de que la Conferencia Episcopal ha entregado un año más seis mil millones a Caritas para que pueda seguir ayudando a los más pobres. Gestos así nos confirman que tenemos futuro.