Antonio García Ramírez
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6 de octubre de 2024
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Dureza de corazón. Ley de vida es envejecer. Este proceso va acompañado muchas veces de endurecer los planteamientos y los criterios. La experiencia de los años muchas veces se traduce en ir con el pie echado, en poner a prueba a las personas que nos rodean, especialmente si su sola presencia nos cuestiona nuestra manera de estar en la vida. Son síntomas de una enfermedad del ánimo: la dureza de corazón. Cuando las normas y leyes son el eje de nuestro hablar y actuar. Cuando prejuzgamos y condenamos al prójimo solo por los pocos conocimientos que sabemos de oídas sobre la persona. Para todos es terrible la dureza de corazón, pero especialmente para las personas religiosas.
El Génesis como futuro. Cuando Jesús se remonta al libro del Génesis, a los primeros capítulos de este libro donde se describe el Edén, el paraíso… podemos imaginar que no estaba buscando un argumento de autoridad basado en una cita bíblica. Yo imagino que en lugar de querer que volvamos la vista atrás, hacia el pasado de los orígenes… pienso que nos quiere hacer mirar hacia delante, hacia el futuro de la creación. Pues en el tiempo difícil del siglo I d.C. parecía que el Plan de Salvación estaba disuelto, condenado al olvido. Es en ese tiempo donde el profeta de Galilea evangeliza la fuerza de la vida. Fecunda en el matrimonio, esperanza del futuro.
Hacerse pequeño. Matrimonio y niños, como un ser que llama a otro ser, en necesidad y alimento que ensancha el corazón que antes andaba endurecido. Para buscar la entrada en el Reino lo primero que deberíamos hacer es pensar en el camino que nos conduce a él. Para el propósito y destino de un viaje, es necesario saber que hay una puerta que nos aguarda y espera ser abierta. El camino hacia el Reino prometido por Jesús es hacerse pequeño. Empequeñecerse en lugar de engrandecerse, empobrecerse en lugar de enriquecerse, ser manso de corazón en lugar de violento y orgulloso… senderos difíciles como la unión entre las personas.