Manuel de Diego Martín
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21 de diciembre de 2013
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Los españoles estamos en muchos campos en una situación más que lamentable. En cuestión de tener niños somos los peores de Europa, en rendimiento escolar estamos a la cola, en cuestión de corrupciones nos encuentran en primera fila. ¡Ay el siglo de oro convertido ahora en un siglo de nada! Si nos quedamos sin niños, nos quedamos sin esperanza, nos quedamos sin futuro.
Estos días de Navidad el grito que resuena por todas partes, un grito que invita a la alegría, es que “Nos ha nacido un Niño”. Y ¡qué Niño! Nada más y nada menos que el Verbo eterno, el Hijo de Dios se ha hecho niño. Los Santos Padres nos dicen y repiten aquello de que el Hijo de Dios se hizo hombre para que los hombres tuviéramos la posibilidad de llegar a ser hijos de Dios. Pues se trata no solo de vivir, sino de conseguir la vida en plenitud, la que Dios Padre quiere darnos por su Hijo.
¡Qué grandeza tener niños, suscitar vida! Se hace incompresible e hiere toda las sensibilidades ver por las calles a montón de grupos de mujeres progresistas, que temiendo la reforma de la ley del aborto por el gobierno, están gritando que el aborto es un derecho de la mujer, debe ser legal que una mujer a un niño concebido lo pueda eliminar, si esto no va con sus intereses. ¡Qué disparate! El Tribunal de derechos humanos europeo ya dejó claro hace poco que el aborto no es un derecho de nadie.
Lo hermoso es suscitar vida, tener niños como garantía de futuro. Pero sabemos que detrás de toda la grandeza que lleva consigo un ser humano, además, gracias al amor del Niño Jesús, todos los nacidos, están llamados a vivir en plenitud. No se trata de vivir de cualquier manera, sino una vida llena de hermosura. Es el “plus de vida” que Jesús nos aporta con su gracia, para hacernos criaturas nuevas a su imagen.
El otro día en las lecturas bíblicas escuchábamos que Jesús decía que entre los hombres nacidos de mujer, el hombre más grande de todos los tiempos era Juan Bautista. Uno se pregunta si más que Gandhi, que Luther King, que Nelson Mandela. Como Jesús, por su ciencia divina, conocía el pasado y el futuro, tenemos que decir que sí. Pero Jesús añade algo que nos sorprende. Dice que el más pequeño en el reino de los cielos, es más grande que Juan. ¿Qué es un pequeño en el reino de los cielos? Es alguien que vive desde la fe, abierto al misterio de Dios, y lleno de su gracia se convierte en una criatura nueva que supera todas las grandezas humanas.
Naturalmente todos estamos llamados a ser grandes, a ser hombres de bien, a luchar por la justicia por hacer un mundo más hermoso. Pero si a todos estos valores añadimos, ser criaturas nuevas a imagen de Jesús, lo tenemos todo. Esta posibilidad de ser es lo que nos trae la Navidad.