Manuel de Diego Martín

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3 de junio de 2006

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Cuando el tema de la cruz del castillo de Almansa estaba que ardía y que al final la pobre cruz acabó arrancada de su emblemático lugar para ir a descansar al cementerio, se hizo público entre nosotros el grandioso proyecto de remodelar la gran Vía. En esta avenida de Hellín, en una rotonda, se encuentra una cruz que data de los años cuarenta, de la posguerra. Yo me dije para mí, “pobrecita, tienes los días contados”

Pero en los días de aquella polémica si se quitaba o no la cruz del Castillo, nuestro alcalde Diego García Caro hizo una declaración en la que afirmaba que muestra cruz sería respetada en la nueva remodelación. Yo creí en la sinceridad de nuestro primer edil, pero seguía pensando para mis adentros, mira que si en los círculos de poder de Toledo o de Madrid, hay algún redomado laicista puro y duro, a quien cualquier signo religioso le produce visceral alergia, y que tenga algún mando sobre nuestros pequeños dirigentes municipales, se le ocurre mandar un mensaje para decir “esa cruz debe ir fuera”. La razón última es que es “un símbolo franquista” y hay un decreto que manda que todos estos tienen que eliminarse de nuestra geografía. Yo seguía con mis temores.

No ha ocurrido tal cosa. El día treinta de mayo víspera de nuestra fiesta regional, la Gran Vía de Nuestro pueblo emergía toda ella con una impresionante belleza. Y allá en el corazón de la misma, la cruz coronada por una hermosísima fuente tirando chorros de agua y de luz en homenaje a la santa Cruz. ¡Qué hermoso conjunto y qué gozo para la inmensa mayoría sino de todos los hellineros! ¡Qué diferencia entre el antes y el después!

Así pues no me queda más que dar las gracias de todo corazón al Sr. Alcalde pues en su mano, como ocurrió en Almansa, estaba el haber tomado la decisión contraria. Si uno quiere siempre encuentra razones para justificar lo que se hace. Nuestro alcalde en vez de arrancarla hiriendo los sentimientos de muchos, ha optado por embellecerla, envolverla de agua y de luz. El ha comprendido que en estas circunstancias dicha cruz , no es un símbolo franquista, sino que es un símbolo de paz y de amor, tan entrañable para el pueblo de Hellín, que celebra como día grande la fiesta de la Cruz. Así pues la Cruz de la Gran Vía quedará para la posteridad llena de luz para iluminar nuestros caminos, y envuelta en agua como signo de que de ella brota la vida. Gracias, Sr. Alcalde.