Manuel de Diego Martín

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27 de enero de 2007

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El viernes pasado los escolares celebraron sus fiestas patronales. Si les preguntas qué fiesta, no saben o tal vez algunos te dirán que han celebrado el día del maestro. Me parece muy bien que los niños, que los jóvenes lleguen a comprender cómo deben honrar y ser agradecidos con sus maestros. Y sigues preguntando ¿qué habéis hecho para homenajearles en este día? La respuesta será que nada, pues en ese día no tuvimos cole.

El origen de esta fiesta tiene su origen en la celebración de santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes maestros de todos los tiempos. Este fue un santo del siglo XIII. Recuerdo cómo en la escuela de mi pueblo al llegar esta fiesta hacíamos redacciones: “Santo Tomas nació en el castillo de Rosa Seca….” Hace cuarenta años me estrené como profesor en un instituto y allá se celebraba todavía esta fiesta con certámenes literarios, competiciones deportivas, santa misa…

Pasó el tiempo y la fiesta de santo Tomás se enriqueció con la presencia de otros dos grandes maestros: S. José de Calasanz y S. Juan Bosco. El primero patrón de las escuelas cristianas, el segundo de las escuelas profesionales y de los talleres.

La vocación educativa de estos dos grandes maestros se despertó de manera similar. José en el siglo XVII sintió la desgracia de aquellos chiquillos de los barrios de Roma abandonados a su suerte, sin escuela, sin educación. Juan sintió lo mismo dos siglos más tarde al ver en los suburbios de Turín la presencia de aquellos rapazuelos condenados a la delincuencia y que era necesario preparar la para la naciente industria. Así nacieron estas dos grandes obras educativas que tanto nos han servido como referentes.

Hoy en el siglo XXI también tenemos problemas con los chiquillos. No están tirados en los barrios marginales sino que están escolarizados, pero las encuestas, los titulares de prensa nos hablan de muchos temas preocupantes: el tremendo fracaso escolar, la violencia en los recintos académicos, la falta de autoridad de los maestros, la despreocupación de los padres, el problema de los hijos de familias desestructuradas…Por otra parte tenemos la adición de los chavales a la tele, al móvil, a los videojuegos. Y de una manera precoz también al tabaco, al alcohol, a la droga. Se hace casi imposible hoy educar en el esfuerzo, en el sacrificio, en la superación.

El eslogan de Juan Bosco era:”razón, religión, afabilidad”. Traducido a nuestro modo de entender podemos decir que a los chiquillos hay que educarles en un ambiente amoroso, desarrollar en ellos una capacidad de razonar que esté siempre abierta a los valores trascendentes. Una educación desmochada de los valores religiosos sería para estos santos maestros tan desacertada que les haría saltar de sus tumbas, para ellos algo incomprensible.

Éste es uno de los grandes retos que este nuevo siglo nos trae y que pone a prueba tanto la imaginación como la responsabilidad de padres y maestros