Antonio Abellán Navarro

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8 de abril de 2006

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Este año se conmemora el 70 aniversario de la cruel persecución religiosa desatada en España en 1936. Si bien la persecución comenzó años antes, es en este año donde se produce el mayor recrudecimiento. Miles de personas entregaron su vida por odio a la fe. Fueron muchos los sacerdotes que, habiendo llevado una vida de entrega a su misión, la consumaron con el ofrecimiento de su vida. También muchos seglares rubricaron con su sangre su amor a Jesucristo. De esta manera se vuelve a afirmar que Jesucristo, por quien entregaron su vida estos cristianos, es causa de contradicción. Si obran así con el tronco verde, en el seco qué harán. El amor a Dios y a la Iglesia, fue el distintivo de estos hermanos nuestros. Su ejemplo nos estimula y nos impulsa a una mayor entrega y generosidad en el servicio a Dios y a los hombres.

FELIPE MARTÍNEZ HERRÁIZ

Había nacido D. Felipe el 5 de febrero de 1872, en Sisante, Cuenca, siendo bautizado 2 días después. Cuando se inicia la Guerra Civil, ejerce como coadjutor en Tarazona de la Mancha, dejando un profundo recuerdo en sus feligreses por su vida ejemplar y su piedad fervorosa.

Apenas se inicia la Guerra, fue objeto de persecuciones y atropellos, siendo bárbaramente apaleado en el Cuartel del pueblo por los milicianos.
Más tarde lo dejaron marchar a Sisante, su pueblo natal, donde fue detenido por una cuadrilla de escopeteros en casa de unos milicianos, con los que se había refugiado. Los milicianos dijeron: Nos los llevamos por ser sacerdote. Después de ser de nuevo cruelmente martirizado, murió gritando: ¡Viva Cristo Rey!… ¡Viva España!…

Era la madrugada del día de la Natividad de la Virgen, 8 de septiembre de 1936, en la carretera de Cuenca, cerca del pueblo de Atalaya. Tenía 64 años.