+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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24 de diciembre de 2016

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]Q[/fusion_dropcap]ueridos amigos:

En la Nochebuena escuchamos de nuevo la gran noticia que hace más de dos mil años resonó para unos pastores en la serranía de Belén: «No temáis, os traigo la Buena Nueva, una gran alegría para todo el pueblo: en la ciudad de David os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11). Resonó en la liturgia el canto de los ángeles: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor». La encarnación del Hijo de Dios y, luego, el nacimiento son la más deslumbrante manifestación del amor y de la cercanía de Dios a la humanidad. “El Verbo, igual con el Padre -escribe San Juan de Avila – por amor toma ropa de paño grueso, el sayal de nuestra humanidad” (Serm. 16).

Ante tal gesta de amor, que es el nacimiento de Cristo, sólo podemos sentir admiración, asombro y gratitud. Gratitud también a la Santísima Virgen por ser con su “sí” causa de nuestra alegría.

La Navidad viene a realizar un admirable intercambio: «Divino el hombre, Dios humanado/ Ay, Dios, qué abrazo»- dice bellamente un poeta actual. En el nacimiento de Jesús recobra toda su grandeza la dignidad del hombre, elevado a la condición de hijo de Dios. El Niño acostado en el pesebre se ha unido a todo hombre, y ha querido identificarse con el hambriento, el sediento, el desnudo, el inmigrante, el enfermo y el privado de libertad (Mt 25,31-46).

Por eso, es Navidad siempre que reconocemos, respetamos y defendemos la dignidad inalienable del hombre; cuando lo valoramos como Dios lo valora y lo amamos como Dios lo ama, cuando curamos sus heridas o aliviamos su soledad, cuando damos de comer al hambriento o cobijo a los sin techo, cuando tutelamos y defendemos la dignidad de nuestros hermanos. 

Que el Niño de Belén nos traiga como aguinaldo un corazón más grande y generoso; que tengamos muy presentes a todos los necesitados de atención y cariño, y que esto se traduzca en  algún gesto efectivo y significativo de solidaridad.

Nuestra Diócesis celebra este año la Navidad en clima de misión, como debe ser. Jesús es el “enviado”, el primer misionero y el que nos envía a todos. “En virtud del Bautismo recibido, nos dice el Papa Francisco, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero” (EG 120). 

Salí del Padre y he venido al mudo.” dice Jesús. Que la Navidad nos haga también de nosotros una Iglesia en salida, misionera, desinstalada. 

Recibid mi cordial felicitación. ¡Buena y feliz Navidad para todos los cristianos de la Diócesis, para todos los albacetenses!