Manuel de Diego Martín
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30 de diciembre de 2006
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Celebramos el día de la Sagrada Familia, es decir, la familia de María, José y el niño Jesús. Por tanto, el día de todas la familias cristianas, pues ellas deben tener siempre como modelo y referente a la Familia de Nazaret.
El Encuentro internacional de las familias, celebrado el pasado verano en Valencia, decía aquello de que la familia tradicional, tal como la ha entendido siempre la Iglesia católica es un gran bien para la humanidad, ya que ella es el mejor cauce para la transmisión de la fe y de la vida.
Por otra parte, la conferencia episcopal española ha tomado como objetivo preferente pastoral para estos años el cuidado de las familias. Los obispos son conscientes de que el futuro de la cristiandad está en el futuro de las familias.
Pero ¿Qué está ocurriendo con la familia tradicional? ¿Por qué está sufriendo tantas agresiones desde tan diversos frentes? Nos recordaba el Papa en su mensaje de Navidad que la Humanidad está necesitada de salvación. Y recordaba cómo durante cincuenta años ha habido montón de profetas que han anunciado una salvación “barata”, es decir, una salvación que no salva.
Pues bien, entre estos profetas anunciadores de esta salvación “barata” se encuentran aquellos que nos dicen y repiten que la institución familiar es algo caducado, no sirve para el hombre que quiere vivir en libertad. La institución familia, según ellos, implica tantas ataduras que acaba generando violencia. Lo mejor es acabar con ella y se acabarán los problemas. La gente se junta cuando, cómo y con quien quiera, y cuando no se quieran, se separan y todo queda en paz. ¡Qué futuro más espléndido cuando se acaben estas ataduras familiares que conlleva el matrimonio cristiano!
Pero ¿qué está sucediendo? Que dentro de las uniones libres, de estos que se juntan cuando y cómo quieren, se acaba generando la misma violencia, sino es más. Un ejemplo: Tomo en mis manos un periódico, y puedo ver con estupefacción y dolor que la Noche Santa de la Navidad se han dado grandes horrores de violencia. Leo, en Valencia uno mata a su compañera sentimental, y en Vigo ocurre lo mismo. En Canarias también un hombre mata a su compañera sentimental, y en Vitoria quien arremete es la mujer a su compañero sentimental Así pues entre compañeros sentimentales anda el juego, es decir, la violencia y la muerte. ¿No dicen los falsos profetas que con las uniones libres se acabará la violencia? Pues aquí la estadística dice todo lo contrario.
No es la institución familiar, tal como la hemos entendido siempre, la que engendra violencia. Todo lo contrario. Esta institución es la que ayuda a perdonar, a amar. Ella exige cuidadosamente preparación y capacidad de sacrificio a los que entren en ella. Si fallan, la culpa no la tiene la institución, la tienen las personas que entran en ella y que son inmaduras. Es decir, lo mismo que ocurre, si no es más, en las uniones libres. Así pues el problema, no está en la institución, está en las personas y en su formación. En este campo es donde todos debemos dar la batalla para que no pasen estas cosas.