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11 de julio de 2009
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Nos encontramos ya en pleno verano tiempo en el que muchos cogen unos días y se trasladan para un merecido descanso. Estos traslados, que son múltiples se realizan principalmente a lugares de playa o a los pueblos de donde son originarios algunos de los miembros de la familia.
Es tiempo de vacaciones pero, como se suele decir, la vida cristiana no tiene vacaciones. Con un ritmo distinto al del habitual, hemos de seguir profundizando en nuestra fe. Ahora tendremos más tiempo para dedicarlo a lecturas formativas que hagan crecer nuestro espíritu, a la oración en familia y seguir teniendo como centro la celebración de la Eucaristía Dominical.
Y junto a ello seguir dando testimonio de nuestra fe, allá donde nos encontremos.
La liturgia de este domingo XV del tiempo ordinario nos invita a ello, pues evangelizar no es otra cosa que dar testimonio de palabra y de obra de Jesucristo, Señor nuestro.
“Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor” nos recuerda el Apóstol San Pablo en la segunda lectura.
Y es que ser testigos de Jesucristo empieza por configurarse uno mismo con Él, buscando la santidad personal y continúa transmitiendo a los demás esa alegría de saberse elegidos por Cristo para ser hijos de Dios, redimidos, salvados, perdonados.
Sólo así estamos preparados para evangelizar, esto es, anunciar a Jesucristo, que nos ha dejado un mensaje de amor que no solo se limita a un mejorar las relaciones humanas sino que transciende nuestra vida terrena pues estamos llamados a una vida eterna con Cristo.
Este aspecto muchas veces se ve silenciado. ¿Por qué, como experimentaba el Apóstol San Pablo, evangelizar es una exigencia urgente del cristiano utilizando estas palabras, “¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!”? ¿Es simplemente para que la gente se lleve bien reduciendo el evangelio a unas normas de conducta? ¿Es simplemente para hacer llamadas de atención para cubrir necesidades materiales convirtiendo la iglesia en una ONG más?
Sin descuidar esto, pues la caridad ha de ser seña de nuestra identidad y desde la Encarnación nada de lo que le acontece al hombre le es ajeno al Señor, hemos de tener presente que la exigencia de la evangelización se encuentra en la necesidad más grande que tiene el ser humano de descubrir su trascendencia, su condición de hijo de Dios y el valor redentor de la Sangre de Cristo que le permite alcanzar su salvación eterna.
“Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto”.
“De dos en dos”, pues la evangelización no es algo individual sino eclesial, hay que evangelizar sintiéndose Iglesia, siendo Iglesia, en comunión con la Iglesia y todo ello no confiando en la propias posibilidades y fuerzas sino en la gracia divina. Es cierto que se necesitan bienes materiales para la evangelización, pero esta es obra de Cristo y nosotros sus instrumentos.
En este relato aparecen también unas palabras que nos pueden sorprender por su aparente dureza. Siguiendo al padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, podemos afirmar: “Hay que estar atentos para no interpretar mal la frase de Jesús sobre el marcharse sacudiéndose también el polvo de los pies cuando no son recibidos. Éste, en la intención de Cristo, debía ser un testimonio «para» ellos, no contra ellos. Debía servir para hacerles entender que los misioneros no habían ido por interés, para sacarles dinero u otras cosas; que, más aún, no querían llevarse ni siquiera su polvo. Habían acudido por su salvación y, rechazándoles, se privaban a sí mismos del mayor bien del mundo.
Es algo que también hay que recalcar hoy. La Iglesia no anuncia el Evangelio para aumentar su poder o el número de sus miembros. Si actuara así, traicionaría a la primera el Evangelio. Lo hace porque quiere compartir el don recibido, porque ha recibido de Cristo el mandato: «Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis»”.
Francisco José Sevilla Calixto/Secretario del Obispo de Albacete