Francisco San José Palomar

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25 de enero de 2020

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Jesús comienza su ministerio anunciando que está cerca el Reino de Dios. Esta será la finalidad fundamental, el empeño principal de su misión: realizar el Reino de Dios. A implantar el Reino de Dios en la tierra, entre los hombres, va a dedicar su vida toda: predicación, milagros, su propia muerte y resurrección. —Los valores el Reino son el amor, la verdad, la justicia, la vida, la paz, la santidad implantados en la convivencia humana, en las relaciones entre unos hombres y otros. La llegada de Dios implica la vivencia personal y social de estos valores. Donde estos valores se practican, Dios ha llegado, su Reino está presente en medio de nosotros. Y esto supone una llamada de atención a los creyentes, puesel Reino de Dios es más amplio que la Iglesia. San Agustín ya decía: “No todos los que tiene la Iglesia, los tiene Dios; ni todos los que tiene Dios, los tiene la Iglesia”. Todos y cada uno de nosotros hemos de vivir y trabajar por el Reino de Dios.

El espectáculo de la división, de la hostilidad, del enfrentamiento entre los seres humanos es frecuente y lamentable. Ocurría ya entre los cristianos de la Iglesia de Corinto, que se dividían en facciones, como si Jesucristo no hubiera orado por la unidad de los suyosy su muerte en Cruz no significara la reconciliación de todos con el Padre, derribando los muros que nos separan a unos de otros. San Pablo les grita: “¿Está dividido Cristo?” —Todos debemos ser instrumentos de reconciliación, de unión, de paz y de encuentropara —como él dice— “no hacer ineficaz la Cruz de Cristo”. Es el gran deseo de Cristo, la unidad. Así oraba al Padre: “Que todos sean uno, para que el mundo crea que Tú me has enviado”.La actualidad constante de la división debe llevarnos a una actitud de humildad, de oración ecuménica y de gestos de fraterna solidaridad. Ayer, festividad de la conversión de san Pablo, concluía el Octavario por la unión de las Iglesias y hoy, Jornada de la Infancia Misionera, nos estimulen a esos buenos propósitos.