Manuel de Diego Martín
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9 de mayo de 2015
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Se hicieron célebres las palabras que pronunció el Papa S. Juan Pablo II apenas aterrizó en España la primera vez y que volvió al pronunciar años mas tarde en su último viaje antes de despedirse, cuando decía “Adiós España, tierra de María”. ¡Que piropo más hermoso para reconocer la entrañable unión que nuestro Pueblo tiene por historia y tradición con la Virgen María.
Es una pena que los aires de secularización que nos envuelven, como son el ateísmo y el agnosticismo, lleven consigo que esta tradición mariana vaya languideciendo. Lo que nos perdemos. Dicen algunos historiadores que el hecho de que el Protestantismo no entrase apenas en nuestro país y no echase raíces se debe, precisamente, a esta devoción que el pueblo español tenía a la Virgen María. Sigamos esperando que esta devoción sea entre nosotros como un gran dique ante la riada secularizadora.
Recuerdo de niño, en los años cincuenta, cómo en mi pueblo, en la escuela pública, de la mano del maestro, que en aquel momento tenía unos sesenta chicos a su cargo, hacíamos todas las tardes del mes de mayo las flores a la Virgen María. Y cada día un grupo de chicos debía ir a la ribera del Rio a buscar flores para que siempre estuvieran frescas delante de Ella. ¡Con que devoción y amor hacíamos todo aquello!
La noche del 30 de abril y el 1 de mayo tuve la oportunidad de ver cantar los mayos, parece mentira que después que llevo un montón de años en esta diócesis, por diversas circunstancias, no había tenido la ocasión de oírlos. Y qué casualidad, este año he tenido la suerte de oírlos dos veces seguidas y en dos escenarios de privilegio. Me impresionaron los mayos cantados en la puerta de la Catedral a media noche. Me llegaron al alma esas letras sencillas, pero que hablan tan directamente de la Madre de Dios, y el hecho de ver esa multitud cantando con tanto amor me impresionó. No tengo palabras para describirlo.
Y si esto fuera poco, al día siguiente tuve que ir a Alcaraz para acompañar a un grupo de voluntarios de Radio María que iban allí para hacer difusión, y me encuentro con los mayos cantados a la Virgen de Cortes. Y si en Albacete había mucha gente, allá había mucha más. Pero la misma emoción y el mismo entusiasmo popular hacia la Virgen María.
Pues que siga adelante estas hermosas devociones a María, la Madre de Dios. Y en esta buena línea me encuentro esta semana cómo los niños de catequesis de mi parroquia, en sus ofrendas de flores y despedida del curso ante la Virgen, este año han cambiado los ramos, por bolsas de alimentos para ofrecérselos a María. ¡Qué hermoso es cultivar en los niños, a la vez, el amor a la Madre del Cielo y la preocupación por los pobres de la tierra! Si seguimos fieles a nuestras tradiciones populares, es posible que cuando venga a visitarnos un día algún Papa, aún pueda despedirnos diciendo: “Adiós, España, tierra de María”.