+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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25 de febrero de 2023
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]M[/fusion_dropcap]uy queridos diocesanos todos:
Comenzamos la Cuaresma, camino penitencial de conversión, tiempo para convertir la vida a Dios y a Cristo, cuando el cristiano vive al margen de Dios y de sus mandamientos, que dan vida al hombre y le abren el cielo.
La Cuaresma nos prepara a vivir el Misterio pascual, para que nuestra vida sea toda ella vivida en el amor de Dios, que abre nuestro corazón pecador a la caridad que lo transforma. Como anunciaron los profetas que sucedería, Dios convierte el corazón rebelde del pecador metiendo en el celo por los mandamientos (Jer 31,33), convirtiendo el corazón de piedra en corazón de carne (Ez 36,26). El mandamiento nuevo de Jesús es, por esto mismo, el mandamiento del amor incondicional a Dios que se prolonga en el amor al prójimo: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,12-13).
Dice el profeta Ezequiel: «¿Acaso quiero yo la muerte del malvado —oráculo del Señor Dios—, y no que se convierta de su conducta y viva?» (Ez 18,23); y es que al margen de los mandamientos de Dios no hay vida, porque los mandamientos divinos son el recinto de la vida y a su margen sólo hay muerte eterna. Por eso el salmista invoca la protección de Dios suplicando ser socorrido con sus mandamientos: «Escucha mi voz por tu misericordia, Señor; con tus mandamientos dame vida (…) Hace tiempo comprendí que tus preceptos los fundaste para siempre» (Sal 119,149.152).
En la conversión a Dios se le ofrece al pecador la vida definitiva y duradera que es herencia del reino eterno. No podemos vivir confiados en que Dios es misericordioso, si la fe en la misericordia de Dios adormece la conciencia del pecado y malversa el verdadero alcance de la misericordia divina. La misericordia divina tiene una condición sin la cual no cabe esperar la misericordia de Dios: la conversión y el aborrecimiento del pecado.
Por esto prepararse para celebrar la Semana Santa es transitar a buen paso por el camino penitencial de la Cuaresma para llegar a la celebración gozosa del Misterio pascual, es el fundamento de la conversión. No podemos celebrar el Misterio pascual sin recorrer el camino penitencial que nos lleva a la conversión del corazón, algo que el Papa dice es urgente, porque sin conversión la celebración del Misterio pascual no produce fruto alguno.
También el tiempo Cuaresmal nos invita a entrar en diálogo con Dios, porque la oración es coloquio, que se produce en la relación de alianza que une a Dios a quien toma parte en este coloquio. La oración se convierte, como dice santa Teresa de Jesús, en un “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Libro de la vida, 8.5). La oración no es sólo el recitado de las oraciones, que tan beneficiosas son para el que cree y tanto ayudan a pacificar nuestras inquietudes y ansiedades. El recitado de la oración personal y comunitaria necesita, sin embargo, ser vivido con los sentidos y sostenido por el alma de cada orante y de la comunidad que ora, porque somos ambas cosas cuerpo y espíritu. Dada nuestra debilidad, la oración vocal corre el peligro de quedarse en la recitación exterior, ya que incluso, cuando suplicamos o intercedemos por nosotros mismos y por los demás, no sabemos siquiera pedir a Dios aquello que nos conviene y así recibirlo de Él. Por esto mismo, san Pablo nos recuerda que: «… el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26).
Por último, en este tiempo de Cuaresma el amor se debe manifestar en la caridad para con el prójimo, y la limosna que es expresión del amor y tiene una traducción de urgente actualidad: fraterna solidaridad con los necesitados y compromiso social con el bien común. Las obras de misericordia expresan el compromiso espiritual y material por aliviar las necesidades del prójimo. Este compromiso ha de acompañar el camino penitencial de la Cuaresma, para que las manifestaciones de fe de la Semana Santa tengan la autenticidad cristiana que ha de distinguir a todos los bautizados.
Que en esta Cuaresma 2023, hagamos realidad lo que nos dice el lema pastoral de este curso 2022-2023: “TESTIGOS DE JESUCRISTO Y SU EVANGELIO”, para llenar de Evangelio las calles, plazas y la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Os deseo de corazón una gozosa y santa Cuaresma. Que Dios os bendiga.
Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete