Manuel de Diego Martín
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8 de enero de 2011
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En septiembre de 1954 hacía yo mi ingreso en el Seminario Diocesano del Burgo de Osma (Soria) Allí había una comunidad de religiosas que nos preparaban la comida. No las veíamos apenas ni conocíamos su nombre. Cuando llegábamos en largas filas, en completo silencio, al refectorio, a veces las sorprendíamos haciendo los últimos retoques, pero, ah, llegan los seminaristas, todas se iban pitando. Después las cosas se arreglaban por el torno.
Pues bien, el día de Navidad, nacía para el cielo la Hna Francisca Gala Carbo, religiosa de las Hermanas Presentacionistas Parroquiales Adoradoras. Fallecía a los ciento tres años, después de haber pasado unos cuantos años de su vejez aquí en Albacete, en la Casa madre. Ella era una de aquellas jóvenes religiosas que preparaban la comida a los seminaristas, entre los que yo me encontraba.
La Hna. Francisca nació en un pueblo de Castellón. Tuvo la suerte de conocer al P. Alejandro, fundador y formar parte como confundadora de esta nueva congregación. Toda su vida la pasó entre pucheros, preparando comidas, un tiempo a los seminaristas del Burgo, más tarde en la Casa Diocesana de Soria a los sacerdotes y a los grupos parroquiales. Decía Santa Teresa de Jesús que entre los pucheros también anda Dios, y la vida de esta mujer, alma de Dios, es el mejor testimonio de ello.
Fue muy hermosa la semblanza que de ella hizo la Superiora General en el día de su entierro. Mujer de virtudes admirables, nos decía, un alma de oración, una caridad para desvivirse por todos, austera consigo misma, amante de la pobreza, una humildad que hechizaba, obediente sin límites y transmisora de paz. ¿Qué más podemos añadir?
Toda la vida entre pucheros, pero en ellos se fue cociendo una gran santidad. Ella tuvo una vida, una larga vida, al servicio de Dios, de la Iglesia y de los hermanos. Que descanse en paz esta buena religiosa.