Manuel de Diego Martín

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31 de agosto de 2013

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Estos días las noticias están siendo de infarto. ¿Estados Unidos dará por fin el mochazo a Siria o esperará el informe de la ONU? ¿Los Aliados tomarán la decisión de actuar, aunque haya miembros de Naciones Unidas que lo veten? Esto del uso de las armas químicas es tan monstruosamente grave dicen muchos, que hay que pararlo cueste lo que cueste. No puede quedar impune aunque a unos sufrimientos haya que añadir otros.

Por otra parte, desde otras latitudes, el Papa Francisco está clamando por la paz. Toda acción bélica es mala pues en todas mueren inocentes, la fuerza no soluciona nada. Lo que hace falta es el diálogo y arreglar los conflictos antes que se enquisten. Precisamente para ver si puede hacer algo ha enviado el Papa mensajeros a Oriente Medio en busca de alguna solución humanitaria. 

            Y mientras con dolor asimilamos esta serie de noticias, nos llega una gozosa y esperanzadora noticia de estas tierras. En un Emirato árabe, junto al Estrecho de Ormuz, en pleno Golfo Pérsico, se ha consagrado un nuevo templo católico, que puede albergar a más de dos mil cristianos. En una tierra llena de mezquitas, en un ambiente islamizado, el P. Thomas, de origen indio, con los diez mil cristianos que viven en aquella zona, llenos de audacia y tesón, han conseguido construir este nuevo templo, el más grande de todos los Emiratos.

            La Parroquia se llama de S. Antonio de Padua. Aquí tenemos un buen ejemplo de que es posible entendernos y vivir juntos confesiones religiosas diferentes. Solamente los fanáticos y radicales llevan a la violencia y a la exclusión. Lo que es propio de seres humanos, sobre todo aquellos que profesan un credo religioso, es el entendernos y crear un mundo de convivencia y de paz. ¡Qué triste es constatar que muchas veces ocurre lo contrario!