Manuel de Diego Martín
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29 de diciembre de 2012
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Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. El Verbo eterno se ha encarnado, es decir, se ha hecho hombre en el seno de una familia. El Hijo de Dios ha querido tener aquí en la tierra un papá y una mamá.
A la vez que eligió y preparó a Maria para ser madre, hizo lo mismo con S. José para ser padre. Es verdad que S. José no es padre biológico, sino el padre adoptivo, porque Dios Padre no quería como madre de su Hijo a una mujer soltera.
En el año 1964 el Papa Pablo VI, de quien el Papa Benedicto estos días pasados ha reconocido sus virtudes heroicas y por tanto ya es venerable, en su viaje a Tierra santa pronunció en Nazaret una homilía histórica para hablarnos de la familia que ha quedado como uno de los textos más bellos y profundos para hacernos comprender el verdadero sentido de la familia cristiana. En Nazaret, decía el Papa, se comprende muy bien cuáles son las virtudes de la familia, como son el trabajo, el amor, en una palabra dentro de la familia se aprende la verdadera ciencia de la vida y la más alta sabiduría de la verdad divina.
Hoy en nuestras sociedades materialistas y secularizadas la familia, tal como la describió Pablo VI en Nazaret, está recibiendo las más crueles dentelladas. El la legislación española por ejemplo ya no sabemos lo que significa ser padre o ser madre. Tampoco entendemos que parejas homosexuales puedan adoptar niños donde estas referencias paterno-maternas quedan borradas. Esperamos que los nuevos dirigentes en España pongan un poco de orden en todo este desconcierto familiar.
Estos días últimos, en diversas ocasiones, ha hablado el Papa sobre la familia; lo ha hecho también el Cardenal de Madrid y muchos obispos en sus cartas pastorales. Y todos coinciden en lo mismo, la familia es la base de una sociedad armónica y equilibrada. Si nuestra sociedad no está bien vertebrada con familias sólidas, que tengan hijos, que los eduquen en los mejores valores, no habrá futuro. Sin familias fuertes no habrá solución ni a los problemas económicos ni a los morales que nos envuelven.
Un año más Madrid se viste hoy de fiesta para gritar al mundo lo que queremos y soñamos que sean nuestras familias. Desde aquí nos unimos al grito de Madrid y pedimos al cielo que nuestras familias sean en lo posible lo más parecidas a la familia de Nazaret.