Francisco San José Palomar
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26 de febrero de 2022
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Nos encantan los refranes porque manifiestan la sabiduría del pueblo. La observación de la naturaleza y de la vida real conducen a las personas a la sensatez. Es un antídoto a la ideologización a la que casi todos los medios de masas nos quieren llevar.
La Palabra de Dios ejerce una función salvífica para las mujeres y hombres que a ella se abren. Es válida para todos los tiempos y también para nosotros hoy.
La Liturgia de este domingo nos presenta tres imágenes de la literatura sapiencial: el árbol, la palabra y el corazón.
Del árbol nos dice san Lucas: “No hay árbol sano que, de fruto dañado, ni árbol dañado que de fruto sano”. Y también dirá Jesús: “Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos”. Es decir, “El fruto muestra el cultivo del árbol”.
La palabra descubre a la mujer y al hombre, su acierto o su equivocación, su bondad o su destemplanza, la luz o la tiniebla que lleva consigo. El Libro del Eclesiástico dice: “El fruto muestra el cultivo de un árbol, la palabra, la mentalidad del hombre”. (Ecl 27)
Al corazón y a la “boca” los vemos en relación mutua. ¡Qué sabia observación! “Por la boca muere el pez”, decimos nosotros y la Sagrada Escritura manifiesta: “Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”.
Toda esta literatura sapiencial tiene una única finalidad: la orientación del ser humano para agradar a Dios y lograr su propia salvación.
Nos centramos ahora en el Evangelio de este domingo pues Jesús nos regala un proverbio excepcional: “El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien” (Lc 6, 45). El Maestro descubre el “valor fundamental” de la existencia humana que no es otro que el amor, la práctica del bien en favor del prójimo.
A nadie le gusta ser tratado como memo, pero depende de nosotros serlo o no serlo. No salva la ciencia, salva el amor. Por eso, no debemos confundirnos. Al final, lo que cuenta no son los libros leídos, los sermones pronunciados, las conferencias dadas, las influencias del poder… sino el cariño y el amor dado a los pobres, el cuidado ofrecido a los enfermos, la entrega generosa y de servicio a los demás. Releamos el texto completo: “El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.»
No caben paños calientes, Jesús es bien explícito y haremos bien tener en cuenta todo su mensaje que san Juan de la Cruz resume en frase lapidaria: “Al atardecer de la vida nos examinarán del amor». La sabiduría cristiana consiste en las obras de amor que una enfermera, un misionero, una vecina, un feligrés… realizan con “diaria” discreción.
Francisco San José Palomar
Sacerdote Diocesano