Manuel de Diego Martín

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10 de junio de 2006

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Estos días me he encontrado con testimonios vivos que me han hablado de la inmensa grandeza del ser humano, pero también de la terrible miseria y aflicción a la que el mismo puede llegar. Los mortales somos capaces de lo mejor, pero también de lo peor.

 Por una parte he sentido el gozo de ver a los Hermanos de la Cruz Blanca de Hellín, distinguidos por un premio de la Comunidad de Castilla la Mancha por su labor humanitaria en favor de los más desprotegidos, de los más débiles. A mí como párroco de esa casa, como capellán, como amigo, no puede por menos que darme una gran alegría al ver reconocida esa obra de amor escondida en la cotidianeidad, pero tremendamente elocuente para los que allá se acercan.

Por otra parte también Albacete dio un multitudinario adiós a la Hermana María, superiora de la Institución Benéfica (conocida como el Cotolengo) que falleció estos días. Unos años estuve allá como capellán y siempre admiré, me sobrecogió el temple, el amor, la entrega de esta buena religiosa, a la que yo siempre consideré como una pequeña Teresa de Calcuta, pero en Albacete.

Mientras nos gozamos de estas realizaciones humanas en favor de los más débiles, el Papa nos recuerda en Auschwitz la tremenda aflicción a la que pueden llegar los mortales haciendo atrocidades tales que ni los animales se pueden imaginar. Benedicto XVI ha intentado exculpar a su pueblo de tal genocidio, diciendo que aquello fue obra de grupos malvados, los llamados nazis. Ante las piedras, testigos mudos de aquellos acontecimientos, el Papa habló del “silencio de Dios” de ese gran misterio de que Dios callase ante aquel horror. La respuesta no se ha hecho esperar ¿por qué la Iglesia calló? ¿Por qué callaron tantos alemanes que con su silencio se hicieron cómplices del crimen?

Podemos decir que Dios calla, cuando los hombres guardan silencio ante las maldades de nuestro mundo. Testimonios con Cruz Blanca, o la Institución Benéfica, obras nacidas del amor, nos dicen que Dios habla, que Dios sigue vivo, porque hay gentes que con su vida y compromiso siguen testimoniando al Dios que es amor.