Manuel de Diego Martín

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24 de mayo de 2014

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La mitología griega nos habla del rapto de Europa. El pintor Rembrandt lo inmortalizó en un lienzo. Se trata de una bellísima joven fenicia, la de los ojos grandes como significa su nombre Europa, que el dios Zeus raptó y en un caballo blanco la llevó hasta Creta. Y de esta joven le viene el nombre al viejo Continente.

Hoy estamos de elecciones. ¿Qué podemos hacer los ciudadanos de a pie para que la nueva Europa no sea secuestrada, raptada y deje de ser lo que debe ser? Se recuerdan continuamente las proféticas palabras que pronunció el Papa Juan Pablo II en Santiago de Compostela cuando decía: “Europa, sé tú misma. No olvides tus raíces cristianas”. Efectivamente no se puede entender Europa sin mirar a quienes la han construido: el pensamiento filosófico griego, el derecho romano, y sobre todo, a través de los siglos, el evangelio de Jesucristo.

Hemos vivido estos días la campaña electoral en la que unos nos han dicho que todo irá muy bien mientras la economía marche bien. Y todo no se puede reducir a la economía. Por otra parte, otros han gritado que todo irá muy mal hasta que el machismo no sea eliminado, las mujeres puedan gozar de toda libertad para hacer con su cuerpo y con el de sus criaturas lo que quieran, sin reparos ante el aborto, los homosexuales puedan casarse y adoptar niños y otras muchas cosas más…

Hoy está muy de moda la ideología de género. Y nos dicen que Europa irá bien cuando esta ideología sea la única religión. Esto conlleva a eliminar el mundo de las esencias y verdades del viejo Platón y a buscar un orden legislativo tan sensible a las libertades individuales que nada tiene que ver con el Derecho romano. Naturalmente, afirman, que cuando desaparezca la idea de Dios en las conciencias y las confesiones religiosas estén calladitas dentro de las sacristías, todo irá mejor.

Esto es lo que nos venía a decir el otro día Benigno Blanco, el presidente del Foro de la Familia, en un gran artículo titulado: “el hombre es dios y eurovisión su profeta”. Esto nos hace comprender cómo en muchos círculos culturales europeos se cultiva aquello del “el hombre es dios para el hombre”, según el ganador del festival, el hombre es como el ave fénix que renace de las cenizas para ser creador de si mismo y hacer de su vida lo que quiera. Este es el mensaje de Conchita que a tantos ha entusiasmado.

Ya vemos cuáles son los debates en la vieja Europa. ¿No estamos asistiendo a un nuevo rapto cuando nuestros políticos, intelectuales, artistas y demás olvidan las raíces de Europa y lo ponen todo patas arriba? Querido S. Juan Pablo II, desde el cielo, échanos una mano en esta hora difícil en que vivimos.