Manuel de Diego Martín
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26 de abril de 2014
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Hoy parece que no se debiera escribir de otra cosa que del acontecimiento tan solemne, tan cargado de emotividad y único en la historia, que tiene lugar esta mañana en Roma. Dos Papas de nuestra reciente historia van a ser canonizados, esto es algo que ocurre por primera vez, así como el hecho de que en la celebración que presidirá el papa Francisco, esté a su lado el papa emérito Benedicto.
Como de este acontecimiento hablará todo el mundo, no quiero dejar de recordar otra noticia muy entrañable para nosotros y es la que vivió el pueblo de Caudete, el pasado 22 de abril, recordando los setenta y cinco años en que unas Formas Consagradas fueron rescatadas de un escondrijo, ocultas bajo losas, y que permanecen incorruptas, lo cual se ve como un especial regalo del cielo. La celebración la presidió nuestro Obispo D. Ciriaco en la Iglesia Parroquial de Santa Catalina a rebosar de fieles.
En julio del 36, como en otros muchos lugares, se dio la amenaza de que la Iglesia Parroquial sería quemada. En aquel momento fue martirizado el párroco, el beato Miguel. El buen sacristán Manuel Gil Pérez hizo lo posible por rescatar los objetos más valiosos y esconderlos donde pudo. Para él lo más valioso, lo más precioso era el copón con el Smo. Sacramento. Así pues para encontrar el lugar más seguro pensó que lo mejor era llevarlo a su propia casa, levantar unas losas, hacer un hoyo y enterrarlo allí.
Pasaron los años y el día 22 de abril del 39, al volver del frente, llama al Párroco, en aquel momento, D. Francisco Díaz Alcover para hacerle sabedor de lo ocurrido y rescatar las formas con la gran sorpresa de que estaban incorruptas y así permanecen hasta el día de hoy. Este hecho no se explica fácilmente por las leyes de la física.
Me llenó de admiración al saber que Manuel, cuando estaba movilizado en el frente republicano, escribía a su mujer y le recordaba que no le faltase aceite a la lámpara del abuelo. Qué fe más grande la de este hombre a quien el pueblo ha premiado dedicándole una calle.
Es bueno recordar este hecho de nuestra pequeña historia, tiempos de persecución ateo-marxista, cuando Karol Wojtyla sufrió tantísimo por defender la dignidad de la persona, la libertad humana y la fe católica para que todos los totalitarismos fueran cayendo. San Juan Pablo II tiene ya un trono en los altares y Manuel, este piadoso y valiente sacristán, tiene también un lugar en el corazón de todos los caudetanos, y cómo no, tendrá, sin duda, un lugar en el cielo