Manuel de Diego Martín

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15 de septiembre de 2012

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El papa Pablo VI en la encíclica “Paz en la tierra” acuñó aquella célebre frase de que “la justicia es el nombre nuevo de la paz”  Todo el mundo comprende muy  bien que allí, donde abunden las injusticias, se convierte en un campo de cultivo muy apropiado para que surjan todas las guerras, todas las discordias posibles  entre los pueblos, familias e individuos.

Hoy se dice y repite en todos los documentos de la iglesia que el camino de la justicia pasa por la verdad.  Pero no se puede vivir en la verdad si al ser humano no le dejan ser él mismo, no le dejan vivir y expresarse en su ser más intimo, en una palabra si no le dejan crecer en libertad. Y la primera de las libertades, la más fundamental, la que toca en lo más profundo del ser humano es la libertad religiosa.

El Papa Benedicto ha viajado a Líbano. Ha ido para llevarles personalmente la Exhortación que él ha elaborado recogiendo el fruto del Sínodo de Obispos de Oriente Medio. Ha sido un viaje arriesgado. Algunos le habían aconsejado que tal vez fuera mejor no ir; pero El, valientemente, tomó la decisión de hacer este viaje con todas las consecuencias.  Sin duda ha pasado por su mente aquello del evangelio de que el buen pastor cuando llega el lobo no huye sino que defiende a sus ovejas.

¿Cuál es el lobo que recorre las estepas del Oriente Medio?  Sin duda el fanatismo, la intransigencia, grupos dispuestos a acabar con todos aquellos que no sea de los suyos. Todos somos conscientes de lo difícil que lo tienen los cristianos en todas estas tierras en las que el poder vivir su fe cristiana es una aventura cada día.

Pues bien, el Papa se ha acercado a estas tierras, lugares en las que tuvo lugar el origen de  las tres  grandes religiones del Libro, Judaísmo, Cristianismo e Islam, para recordarnos que todos tenemos un sólo Padre, que estamos llamados a vivir como hermanos,  que el diálogo interreligioso, el respeto mutuo, la fraterna convivencia es lo que Dios quiere de nosotros. El repite que el que tiene a Dios lo tiene todo, y el que no tiene a Dios,  aunque crea tenerlo todo, no tiene nada.  Entonces ¿cómo se explica que pueblos que tienen en común al Dios Creador, Padre, Misericordioso vivan como enemigos a muerte? 

Una vez más vemos desde los hechos, el principio de que mientras nos exista una verdadera libertad religiosa no puede haber paz entre los pueblos. Que el viaje del Papa nos ayude a entender este principio que tanto bien puede traer a la humanidad.