Manuel de Diego Martín
|
5 de julio de 2014
|
196
Visitas: 196
Este año la campaña de Caritas venía acompañada por un hermoso lema: “Creemos espacios de esperanza”. ¡Qué bonito poder pasar la vida creando espacios de esperanza y no desiertos inhóspitos! Dicen que el tristemente famoso Atila, aquel omnipotente bárbaro, afirmaba que por donde pasaba su caballo no volvía a crecer la hierba. Donde llegaban sus hordas acababan con todo.
Crear espacios de esperanza es hacer justamente lo contrario. Es tratar a los demás con tanto respeto, con tanto amor y dignidad que se les anima a vivir con más ilusión y esperanza. Decía el filosofo Sartre que el infierno son los otros. Nosotros tenemos que llegar a afirmar todo lo contrario. Yo quiero ser un cielo para ti, yo quiero que tú seas también un cielo para mí, pues en la reciprocidad está la fuente de la esperanza.
Hace unos días premiaron en Murcia a una religiosa de Albacete, la Hna. Antonia Ortiz, con la paloma de la paz. Esta religiosa está afincada en Barcelona y se ha distinguido por esa preocupación de trabajar en diversas organizaciones por la humanización de las residencias de mayores y de niños. Ya hace unos años el ministro Manuel Pimentel le otorgó la medalla del trabajo. Más tarde en el Vaticano de manos del Papa Benedicto XVI recibió otra distinción a su quehacer. Ahora en el primer Congreso Internacional de Gerontología que ha celebrado Mensajeros de la Paz en Murcia, han querido distinguir a esta religiosa con la paloma de la paz
Lo recibió de manos del P. Ángel, este carismático sacerdote asturiano, fundador de Mensajeros de la Paz que está creando en tantos lugares del mundo “espacios de esperanza”. Tuve la suerte de estrechar su mano y de hablar un poco con él. Te parece mentira ver a un hombre, en algunos rasgos me recordaba al Papa Francisco, tan grande y tan sencillo. El recibió recientemente el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia y a principios de junio, la medalla del trabajo otorgada por el Gobierno de España. En el pequeño discurso que hizo desde la mesa de la presidencia no nos dijo muchas cosas, pero sí esenciales. En sus correrías por el ancho mundo, nos decía, no buscaba más que construir espacios donde la gente se sienta querida, y que los que se sienten marginados, puedan tener gente a quien querer. Que todos reciban muchos besos y puedan dar muchos besos a los demás.
La Hna. Antonia Ortiz, Franciscana de la Natividad, también nos hizo comprender en un breve discurso lo que ha sido su vida. Esta ha sido, nos decía, intentar vivir en fidelidad a mi consagración como religiosa. Esto ha llevado consigo el intentar hacer visible el amor entrañable de Jesús, y por eso crear y potenciar centros en los que se viva desde este amor y esta ternura de nuestro Señor. Fue un acto muy emotivo y esperanzador al comprobar que hay tanta gente a nuestro lado creando por todo el mundo espacios de esperanza. El primer Congreso Internacional de Gerontología de Mensajeros de la Paz en Murcia es una prueba de ello.