Manuel de Diego Martín

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18 de octubre de 2008

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Los grandes economistas, hasta el reciente premio Nóbel de Economía, Glukmann, dudan de que la ayuda financiera a los bancos, si no se hacen otras cosas, pueda salvar por sí sola la crisis económica. Esto puede convertirse en pan para hoy y hambre para mañana.

El ilustre economista español Juan Velarde escribía el otro día que hemos vivido en España días de vino y de rosas. Se ha vivido por encima de nuestras posibilidades llegando alegremente a un endeudamiento total. Así pues, a comprar por comprar, a consumir por consumir. Puedes comprar un piso a pagar en veinte años, un cochazo a pagar en veinte meses, un televisor, lo que quieras, pues a comprarlo. Aquí se fía todo. Se llega de esta manera a esa situación que dicho en términos finos puede llamarse un consumismo exacerbado, o dicho a lo castizo vivimos en una dinámica de gastar a lo bestia.

No hace mucho te quedabas alucinado cuando leían algunas noticias en que unos señores banqueros para celebrar unas operaciones bancarias o para programar otras más millonarias, descorchaban botellas de vinos tan exquisitos, que valían cada una un montón de miles de las antiguas pesetas. Así pues como ganaban millones a espuertas, podían gastar dinero a capazos. Esta gente se podía permitir los lujos más refinados.

Bien, pues a estos banqueros tan manirrotos se les va a dar dinero público para que tapen agujeros y el sistema económico, demasiado enfermizo, pueda seguir funcionando.

¿Cómo van a gastar los señores de la banca el dinero, si ya por inercia tienen las manos un poco rotas? El otro día el gobierno reunió a más de un millar de banqueros para explicarles las causas de la crisis y las posibles soluciones a la misma. Esto me parece pero que muy bien. Es lo que hay que hacer. Lo que no me parece tan bien es que al final de la sesión acabaron en el Hotel Pallas a comer un suculento menú, que según dicen era de doscientos euros por cabeza.

Yo a los transeúntes que vienen a pedir a mi casa, no les doy dinero, sino que los envío al bar de enfrente para que les den de comer a mi cuenta, no sea que con el dinero en la mano se lo gasten mal. Yo a los banqueros después de las reuniones para arreglar la economía les pedirían que fueran a comer el sencillo menú del día. Así nos darían ejemplo de que en tiempos de crisis hay que entrar por un camino de austeridad. También estaríamos más seguros de que el dinero que reciben del erario público se lo van a gastar bien.