Manuel de Diego Martín
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28 de octubre de 2006
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Las realidades de este mundo, nos dice la Biblia, fueron creadas por Dios y todas ellas eran buenas. Si las cosas se estropean se debe al mal uso que de ellas hace el hombre ejerciendo su libertad, unas veces desde la ignorancia, otras desde la mala voluntad.
Pues bien, el lenguaje es una de las realidades creadas más hermosas que únicamente posee el ser humano. Es una prerrogativa que nos engrandece por encima de todos los demás y que nos hace comprender que en su interior hay un principio espiritual que llamamos razón. Si el lenguaje se estropea ciertamente tendrá sus consecuencias. Si las palabras se corrompen también se tuerce los conceptos, las ideas, y si las ideas se cruzan ¡apaga y vámonos! Esto conlleva la distorsión y desmadre de las conductas.
Estos días hemos asistido a un ejemplo del mal uso del lenguaje. Socialistas y Populares, para salir de ese Impasse y poder dar a luz el estatuto, han aceptado colocar el término “realidad nacional” para definir a Andalucía. Aquí es donde nos perdemos. Si los términos, las palabras, como dice Aristóteles, remiten a los conceptos, a las ideas, no pueden significar al tiempo lo mismo y su contrario. Si Andalucía es una “realidad nacional” dentro de España, nos se puede hablar a renglón seguido que ella forma parte de la unidad indivisible que es la nación española.
De esta forma caemos en aquello que se llamaba el Nominalismo, es decir las palabras, los términos de por si son simples ruidos, no significan nada. Mejor dicho significan aquello que cada quien o en cada momento según intereses quiere que signifiquen. Es la manipulación del lenguaje llevado a cotas impensables.
Pudiéramos decir a los populares que para este viaje no necesitábamos alforjas, Si “realidad nacional” cabe,¿ por qué poner el grito en el cielo, apelar al constitucional, porque Cataluña haya inserto en su estatuto “nación”? ¿Podría el mismísimo Aristóteles, con toda su lógica, aclararnos la diferencia que hay entre lo uno y lo otro? Tal vez no, pero nosotros somos más listos que el Estagirita.