Manuel de Diego Martín

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30 de julio de 2011

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En un mismo día tuve dos experiencias sobre un mismo tema tan distintas como distantes. Por la mañana me encuentro en el hospital visitando a una enferma, una anciana con mucha gracia y lucidez, que al hacerle una enfermera  algo que tanto la aliviaba, le salió del alma: “Hija mía, que Dios te bendiga con un hijo”. Al oír esto la muchacha, saltó como un resorte, como si le hubieran pisado un callo, diciendo: “¡qué horror, que mal me quiere, con uno que tengo, me sobra!” Al verme a mí, sintió que se había pasado un pelín en sus expresiones y quiso justificarse diciendo lo difícil y sacrificado que es hoy tener un hijo.

Por la tarde tengo que ir a celebrar la Eucaristía a una comunidad, donde hay gentes que piensan que cuantos más hijos mejor. Llego y veo un cierto revoleo y alboroto gozoso en la sala, se trata de que fulana y mengana están esperando un hijo y hoy han dado la noticia. Y creo que alguna de estas mujeres tiene otros cinco o seis más. ¡Qué manera de ver las cosas tan diferente a nuestra enfermera! Para esta gente la llegada de un hijo es un regalo del cielo y por tanto hay que celebrarlo por lo grande.

En las jornadas de formación permanente que hemos tenido este año los sacerdotes de la diócesis, un día lo empleamos a reflexionar sobre el tema de las Migraciones. Analizamos las luces, las sombras, las dificultades y retos que trae este fenómeno social. Pero una cosa nos quedó muy clara que en el invierno demográfico que está sufriendo Europa, y en nuestro país de una manera más acentuada todavía, la presencia de inmigrantes está siendo un rejuvenecer nuestras poblaciones para abrirnos a un futuro esperanzador. Otra idea es que si Europa no cambia su tendencia demográfica con una actitud responsable ante la procreación el futuro será incierto.

Reflexionando sobre estas cosas leo la noticia en un periódico que en ciertos lugares de China a los jóvenes que se presten a ser esterilizados les regalarán un coche. ¡Qué política más rastrera y materialista: cambiar coches por vidas! En la primera página de la Biblia Dios nos dijo: “creced y multiplicaos”. Nosotros, en cambio, nos empeñamos en ser los menos posibles.