Rafael Sarrías Lorente
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20 de febrero de 2021
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Jesús se retira al desierto: lugar de silencio y encuentro con Dios, pero también lugar de tentación y duda. En el desierto podemos escuchar la voz de Dios, y a la vez sentirnos atraídos por otras fuerzas que nos alejan de Él.Marcos nos presenta hoy este relato sobrio en palabras, pero cargado de símbolos: el desierto, Satanás, las fieras, los ángeles…
En estos tiempos de pandemia e incertidumbre, de silencios y soledades, de conflictos, de falta de horizontes… el relato nos invita a la esperanza, pero también a un cambio profundo de vida: “Está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”.
A Jesús se le presenta la tentación de no vivir en plenitud su Misión. La conversión conlleva sufrimiento y renuncia. El desierto es árido, las temperaturas extremas y la lucha constante. Allí convive con fieras, nos dice Marcos. Hoy podríamos decir lo mismo: el virus, el desánimo, la instrumentalización de las personas, la indiferencia…
En el desierto podemos encontrar lo peor y también lo mejor: la tentación y el encuentro íntimo y profundo con Dios; por ello, en la experiencia de desierto se hace imprescindible ir a las raíces, a lo que nos sostiene y da fuerzas, a la esencia. Se hace imprescindible la búsqueda, dejar las certidumbres a un lado y abrirnos al Misterio de Dios, y además hacerlo a fondo perdido. Debemos asumir errores, sentirnos humanamente tentados, débiles y frágiles, porque sólo así podremos entender el verdadero sentido del desierto y encontrarnos con Dios.
Para Marcos, ser seguidor de Jesús implica pasar por el desierto y convertirse. El relato es plenamente actual. Tenemos dos opciones: una es entrar en el verdadero desierto, lo que supone sentirnos desnudos y débiles, estar a la intemperie del frío y el calor, aceptar nuestra realidad y dejarnos cambiar interiormente por Dios, aunque ello implique soledad, sufrimiento e incomprensión. La otra opción es entrar en “otros desiertos” donde nos sentiremos seguros, miraremos la realidad desde nuestra perspectiva, nos lamentaremos porque el desierto es árido y hay fieras, buscaremos certidumbres, nos aferraremos al pasado y dejaremos que los ángeles nos sirvan… desvirtuando con ello el verdadero sentido de la prueba del desierto. Convertirse implica tentación y purificación: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio”.
Aprovecha esta Cuaresma: entra en el verdadero desierto. Mira a tu interior. Déjate tocar por Dios y deja que Él transforme tu vida. Hazte experto en humanidad: comparte, ama, perdona, abraza, aunque sea virtualmente. Dios nos llama a la esperanza: “El Reino de Dios está cerca”.