Juan Iniesta Sáez

|

13 de noviembre de 2021

|

138

Visitas: 138

Llegando al final del ciclo litúrgico, la perícopa del capítulo 13 del evangelio según san Marcos (sería interesante leerlo entero) que nos propone la liturgia de este domingo nos habla de una tensión en el tiempo. El lenguaje apocalíptico parece que nos empuja a esperar en un futuro abierto y casi abocado a lo definitivo. Y en ese tono se expresa Jesús en las primeras palabras de este breve discurso sobre el culmen de los tiempos. “…verán al hijo del hombre… enviará a los ángeles… caerán las estrellas…”. 

Sin embargo, también dice el Señor que todo esto se ha cumplido. “No pasará esta generación” (aquella generación suya) antes de que se haga realidad ese cumplimiento, esa plenitud de los tiempos. Y es que, desde que tuvo lugar la Resurrección de Cristo, desde que Jesús entregó su vida por nuestra salvación y fue resucitado por el Padre, “todo está cumplido” –como dijo Él mismo antes de expirar–. 

El futuro apocalíptico (en la etimología de esta palabra, que es de “revelación” más que de final de los tiempos) es ya presente. “Sabed que él está cerca, a la puerta”. ¡Lo está ya! No esperemos nuevos mesías ni mesianismos ideologizados, no pensemos que algo nuevo y más grande que Cristo tiene que suceder. No hace falta nada nuevo, porque “he aquí que yo hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21,5). Tenemos con nosotros al Dios vivo y vivificador (que revitaliza, que re-nueva); al Espíritu Santo que mueve los corazones y marca los caminos de la Iglesia. De esta Iglesia sinodal, que camina tras las huellas del Buen Pastor. El que es, el que era y el que ha de venir (Ap. 4,8). El que es el principio y el fin de todas las cosas. 

A nuestro Dios personal y trinitario lo tenemos en nuestro origen, y si queremos lo tendremos también en nuestro final, y también acompañándonos en el recorrido entre esos dos puntos. Es Él, el eterno e inmutable, el que da estabilidad a nuestro tiempo, a nuestra vida. Es con Él con quien elegimos recorrer las sendas de nuestro día a día. Si así lo hacemos, da igual que “nadie sepa el día y la hora”. Si Dios está con nosotros, y nosotros con Él, será verdad que estamos preparados para el encuentro, para el definitivo al fin de los tiempos y para cualquier encuentro que vaya construyendo nuestra Iglesia.

Juan Iniesta Sáez
Párroco de Peñas de San Pedro