Manuel de Diego Martín
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20 de julio de 2025
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Hace unos días, tuvimos una triste noticia: un sacerdote católico, italiano, Matteo Balzano, a sus 34 años se suicidó. Según dicen algunos, en ciertos WhatsApp, ya había manifestado, en días anteriores, la situación difícil en que se encontraba, con tantos problemas en su vida pastoral.
Esta noticia ha sacado a la luz montón de encuestas hechas en este tiempo o en años anteriores, en las que se manifiesta la situación difícil en la que viven muchos sacerdotes hoy. Entre las causas que llevan a esta situación se enumera la soledad; en muchos, el llamado “burnout”, que significa el sentirse quemados por el excesivo trabajo que tienen, a veces con tan pobres resultados; el no encontrar comprensión, diálogo y ayuda en los demás. Esto hace que algunos terminen en el suicidio como Balzano.
Ante este problema, muchos psicólogos y psiquiatras afirman que aquí hay un error de raíz, que hay que superar. A veces, dicen ellos, se cree que los problemas en los sacerdotes llegan por falta de espiritualidad, y el problema es más hondo: lo que hay que cuidar también es la salud mental. Los sacerdotes, ante sus problemas, tienen que tener ayuda psicológica. No vale apelar solo a la fe, a la vida de oración, a esperar la ayuda del cielo. Estoy totalmente de acuerdo de que hay que cuidar todo: la salud psíquica y la salud física. Pero de ninguna manera se puede dejar a un lado la vida espiritual, que nos ayuda a vivir cada día desde una fe viva en Jesús.
En mis años de seminarista tuve la suerte de tener dos padres jesuitas, como directores espirituales: el P. Nieto y el P. Reino, cuyas causas de beatificación están en marcha. ¿Se puede esperar tener mejor suerte? Allá nos fueron modelando cómo debemos afrontar la vida en una constante fidelidad al Señor. Esto no excluye que necesitemos médicos, para conservar la salud física o psicólogos, que nos ayuden a no perder la salud mental.
El pasado miércoles celebrábamos a la Virgen del Carmen. Y en la revista Orar, que editan los Carmelitas, leía un gran artículo, que comentaba lo que Arcángel Gabriel dijo a la Virgen, el día en que el Verbo Eterno se encarnaba en sus entrañas: Alégrate María. Este saludo es un canto a la esperanza, es una llamada a saber valorar las cosas y curar nuestros ojos ante la insatisfacción creciente que nos envuelve. Esta alegría, esta fortaleza ante el futuro, es a la que nos invita san Pablo cuando nos dice: Todo lo puedo en Aquel que me conforta. Con esta convicción, de que nuestra vida está en las manos de Jesús, nunca perderemos la esperanza, aún en medio de los males que nos puedan sobrevenir.