Manuel de Diego Martín
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8 de noviembre de 2008
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Hay una asociación denominada “Europa Laica” cuyos socios de Albacete organizaron hace unos días unas charlas en nuestra ciudad para difundir el laicismo entre nosotros.
Uno de los objetivos de este colectivo es conseguir que el Estado no financie en absoluto con dineros públicos la clase de religión en las escuelas, ni tampoco debe ayudar a los colegios privados con ideario religioso, ni deben gastarse dineros públicos en capellanes que presten servicios en hospitales, cárceles o cuarteles.
Su argumento decisivo es que el dinero público debe gastarse en cosas de interés público. La religión no tiene interés más que para unos pocos maniáticos y las manías y los caprichos es justo que se las pague cada quien de su bolsillo.
En una de estas charlas escuché a un conferenciante algo que me hizo un poco daño al corazón ya que sus palabras dichas con mucho respeto y un poco énfasis, llevaban cierta demagogia y trampa. Figuraos, decía, al auditorio, por cierto muy reducido, si todo el dinero que se están gastando en profesores de religión, en subvencionar colegios de la Iglesia, en capellanías, todo eso se invirtiese en colegios, en hospitales públicos, ¡Cuántas cosas buenas se pudieran hacer para el bien común! Da la impresión de que lo que se está haciendo no tiene nada que ver con el bien común.
Ahora yo quiero razonar un poco y responder a esta súplica laicista por evitar que los dineros públicos sean mal empleados. Si el dinero público es de todos, habrá que emplearlo a favor de todos, también para responder a las necesidades de los hombres religiosos. Si esta viejecita y mil viejecitas que han trabajado montón de años para sacar a España adelante, para que nosotros no nos muriéramos de hambre, mujeres a quienes no les interesa lo más mínimo el fútbol, pero sí les interesa y lo piden que en su Geriátrico haya un capellán ¿Por qué no van a concederlo?
Si a estos enfermos que no les gusta lo más mínimo el cine, pero sí desean que en el hospital haya un servicio religioso, ya que por experiencia saben que en los momentos difíciles de hospitalización les ayuda a vivir con esperanza ¿por qué se va a negar este servicio religioso?
Para estos laicistas el fútbol, el cine, la música, el parchís, y también el tener medios para propagar el laicismo, tener un salón público, es a todas vistas subvencionable porque es bueno, porque ayuda al bien común. Pues también lo religioso, el poderlo cultivar es bueno, sirve al bien común, pues sirve a muchos ciudadanos. Por lo menos así pensamos muchos. Si el Estado subvenciona tantas cosas simples e intranscendentes, ¿por qué no subvencionar el cultivo de estas necesidades religiosas que están en la entraña del ser humano?
Decía el historiador Plutarco, si recorres ciudades del mundo entero, te encontrarás algunas en las que no haya gimnasios, bibliotecas, o anfiteatros. Nunca encontrarás una ciudad en la que no haya altares y dioses. Esto quiere decir que el ser humano lleva lo religioso como algo esencial a su ser. ¿No será pues un bien al que también merece la pena cultivar con dinero público?