Manuel de Diego Martín

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27 de junio de 2009

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Va cundiendo un buen ejemplo en algunas diócesis, que consiste en que los sacerdotes con su obispo a la cabeza han tomado la decisión de entregar el diez por ciento de su sueldo para ayudar a los pobres en estos tiempos tan difíciles.

Esta que nos parece ser una medida tan extraordinaria debiera ser principio y norma para todo fiel cristiano, tanto en tiempos de crisis, como cuando las cosas no van tan mal, pues siempre tenemos pobres entre nosotros, más cerca o más lejos.

Este ayudar a los pobres con el diezmo y las primicias de las cosechas viene del Antiguo Testamento. Como otras tantas buenas cosas, este mandamiento lo recogió el Nuevo, y llegó hasta nosotros en esa formulación del Catecismo que aprendimos de niños en los mandamientos de la Iglesia: “quinto, pagar diezmos y primicias como la santa madre Iglesia nos enseña”.

En las nuevas versiones del catecismo este mandamiento no se ha suprimido, si no que ha sido reformulado de otra manera. El quinto mandamiento manda ayudar a la Iglesia en sus necesidades. Así pues, un mandamiento de la Iglesia, al que no puede renunciar nunca, y ante el que nos sentimos interpelados es ayudar a los pobres en sus necesidades. Esta ayuda la debe llevar en la entraña de su ser.

Cuando llega el día de la celebración de la Iglesia Diocesana, ente las cosas que se recuerda a los fieles es el deber de ayudar económicamente según sus posibilidades a la Iglesia, y se llega a decir que os mismos cristianos deben imponerse una cuota fija. Esta es una manera muy acertada de ayudar y a la vez de expresar su pertenencia a ella.

Pues bien, otro modo de hacerlo, es marcar con una cruz la casilla del impreso de ayuda a la Iglesia en la declaración de la renta. A estas alturas no queda más que agradecer y felicitar a todos aquellos que ya lo han hecho. Y si queda gente que no lo han hecho todavía, aún pueden hacerlo. Y aquellos que deciden no poner la cruz, y se llaman a sí mismo cristianos, tendrán sus razones para no hacerlo, pero no fáciles de entender. Estos no pueden olvidar que están faltando a un mandamiento de la iglesia, un mandamiento que viene de muy atrás y que hoy se formula: “ayudar a la Iglesia en sus necesidades”. Vuelvo a repetir, este es un mandamiento para todos los cristianos, pues la primera necesidad de la Iglesia son los pobres.