Pablo Bermejo

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9 de junio de 2007

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A un amigo mío le sucedió hace poco algo similar al Curioso Impertinente de El Quijote, su curiosidad no le llevó más que un desastre amoroso. Resulta que un día se le ocurrió poner a prueba la transparencia y la fidelidad de su novia poniéndole una trampa para comprobar si ella espiaría su correo electrónico o no. Así que mientras que paseaban por el parque como una pareja enamorada y no se hacían más que mimitos y hablaban de tonterías, él le dijo cuál era su contraseña del correo electrónico ‘para que veas cuánto confío en ti’. Tres semanas después él le hablaba de temas de correos electrónicos que había recibido pero estaba claro que ella no sabía nada… o eso creyó él.

Cuando había pasado un mes y él ya no recordaba nada, a ella le pudo la curiosidad y comenzó a entrar en el correo. El caso es que él conoció una noche a una chica muy guapa y tan alegre que se nubló su mente y cometió dos errores: el primero pasar la noche con ella, y el segundo darle su dirección de correo electrónico para hablar por Internet. Esta nueva chica había caído prendada de mi amigo y… ele ele, ella le escribió una carta llena de deseos y esperanzas que no envió por correo ordinario sino por correo electrónico.

Cuando él recibió la carta se dio de coscorrones contra la pared por el error que había cometido esa noche y borró el correo sin ni siquiera contestarle. Pero no pensó que los correos borrados no desaparecen, y que quien busca bien busca hasta en la papelera. Ahí es donde su dulce novia encontró la carta de amor de su dulce aventura, y contestó. Contestó a la pobre chica incauta que una noche se había enamorado de su novio y quedaron para tomar un café. Una se informó de lo que había pasado esa noche y la otra de que su galán tenía novia.

Las dos acordaron dejar a mi amigo e insultarlo todo lo que pudieran, pues no se merecía nada de tanto amor. Primero quedó con su novia, ella le recriminó que hubiera roto su confianza aquella noche; él le recriminó que hubiera roto su confianza durante todos los días que le leyó el correo electrónico. Los dos se juraron odio eterno y hasta hoy aún no se han hablado. Después quedó con su aventura de una noche, y ella le pidió una oportunidad. Como él se sentía muy triste por la pérdida de su novia le dijo que sí para poder pasar los primeros días, pero resulta que acabó enamorándose de ella; sin embargo, ella nunca llegó a confiar plenamente en él y también acabó dejándole. La curiosidad, de nuevo, ha demostrado que es muy impertinente cuando se trata de temas de amor.