Manuel de Diego Martín
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7 de marzo de 2009
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El domingo pasado estuve en el Bonillo invitado por las Religiosas del Asilo para celebrar sus cien años de presencia en el pueblo. Me dio alegría saber que la fundación de las hermana tuvo como cuna un pueblo de nuestra provincia, Caudete. Allí se fundó esta congregación que tanto bien está haciendo en los cinco continentes.
Vivimos una celebración muy bella y me impresionó sobre manera el canto popular a las llagas del Santo Cristo de los Milagros. Una letra popular, muy sencilla, pero con una música que cantada por un pueblo lleno de fervor transpasaba el alma.
El Sr. Obispo elogió la figura de madre Elisea. Su vocación surgió en tiempos muy difíciles para la Iglesia de la segunda mitad del siglo XIX. Fue un tiempo de expolios, desamortización y exclaustraciones. Pero en aquel momento surgieron grandes santos. Entre ellos madre Elisea cuyo lema era llegar a los últimos, a los más pobres, llegar donde nadie llegase para atender a los más pobres.
También de aquel tiempo es el padre Coll, fundador de las hermanas dominicas, cuya canonización ha sido anunciada ya por la Santa Sede. Leí su biografía y me impresionó ver lo tiempos tan difíciles que tuvo que vivir este hombre para ser fiel a su vocación. Este santo tiene mucho que ver con Albacete ya que tantos chicos se están educando en sus colegios. Aquí se cumple aquello de que a grandes males, grandes remedios y grandes santos.
Hoy nos quejamos de que el ambiente actual no es propicio para la Iglesia católica. Esto no puede desmoralizarnos, sino al contrario, debe llenarnos de fidelidad y prepararnos al compromiso. En el argot deportivo se dice que para ganar hay que sudar la camiseta. El Santo Cristo del Bonillo mostró varios días estos sudores de muerte a un sencillo panadero. Nuestra salvación le costó sudor y sangre. La vida de Elisea y del P. Coll, que vivieron tiempos muy difíciles y se entregaron totalmente al Señor debe ser para nosotros un motivo de esperanza.