Manuel de Diego Martín
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17 de junio de 2006
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Hoy es la fiesta del Corpus, día del amor fraterno. Y este año viene con el lema de “Construyamos un presente común. Nadie sin futuro” Hoy resuena por todas partes la invocación “Dios es amor” Y por las calles se oye aquello de“cantemos al Amor de los amores, Dios está aquí…” Y escuchamos hoy las palabras de Jesús de una manera emocionada y singular: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”
Cataluña hoy vota el Statut. Estos días hemos oído por sus calles y plazas mensajes disparatados “Apaleaos los unos a los otros. Apalead a todos aquellos que no sean nacionalistas, que no piensen en clave nacionalista, que no piensen como nosotros” Así pues empezaron dando leña a “Ciudadanos de Cataluña” para seguir apaleando a las gentes del PP.
Lo cruel y estremecedor de asunto no es que algunos jovenzuelos tengan comportamientos salvajes, siempre ha habido descerebrados y los habrá mientras el mundo sea mundo, aunque haya circunstancias propicias para que los sin cabeza campen por sus anchas como ocurre ahora en Cataluña. Lo más grave del asunto es que dirigentes políticos cualificados, también ciertos medios periodísticos, en vez de condenar de una manera contundente estas salvajadas, no las condenan. Aunque digan con la boca pequeña que no están bien, a su vez, nos están diciendo a corazón abierto que si esto ocurre se debe al indecente comportamiento de los populares, y añaden que de alguna manera no les está mal del todo, pues se lo están ganando a pulso por insidiosos. ¿Se puede llegar a formulaciones más abyectas?
Hace unos meses un obispo tuvo la debilidad, un lapsus mental de decir que algunas agresiones familiares tenían a veces cierta explicación porque hay mujeres que con su comportamientos neuróticos y violentos sacaban a sus maridos de sus casillas y les obligaban a hacer lo que no quisieran hacer. El follón que se armó, y con razón, tanto que el pobre obispo, ya retirado, poco menos que tuvo que exiliarse, pues aquí no le perdonaba decir tal cosa, que sonaba a barbaridad.
Querer justificar agresiones, ya verbales o físicas contra aquellos que no piensan como nosotros, por el hecho de ejercer su libertad de expresión de una manera civilizada, es volver a la ley de la selva, allá donde muchos ya no tienen derechos. En esa jungla sólo tienen derechos los más salvajes, los violentos, los matones. En esas situaciones las personas dejan de serlo, y en vez de hacer posible la fraternidad, los hombres se convierten los unos para los otros en lobos como decía el filósofo Hobbes.
En este contexto ¿qué pueden significar las palabras de Jesús amaos los unos a los otros como yo os he amado? No se convierte en música celestial, en palabras sin contenido? ¡Qué difícil tiene hoy Cataluña el poder celebrar con todo sentido la fiesta del Corpus!