Manuel de Diego Martín
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25 de marzo de 2006
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Uno de los temas de actualidad más escalofriantes es ver a los chiitas y suníes de Irak odiarse hasta aniquilarse vivos. Nos preguntamos ¿cómo es posible que familias religiosas nacidas del mismo seno materno se maten entre sí? ¡Ah, si Mahoma levantase la cabeza!
Miramos hoy a Europa y vemos como imposible e impensable que grupos cristianos de una nación determinada, pongamos el ejemplo de Francia, Italia, España empecemos a luchar fratricidamente por cuestiones religiosas. No es posible porque vivimos en un marco de referencia de derechos y libertades que se llama nación.
Las llamadas guerras de religión han sido en su inmensa mayoría luchas por el poder político o económico. Cuando luchaban católicos y ortodoxos, el fondo del problema no eran cuestiones de interpretar el dogma de una manera o de otra, se trataba de una guerra de poder, Roma o Bizancio. Cuando en Francia luchaban católicos fieles a Roma y hugonotes, el tema no era la cuestión del primado, eran luchas políticas, luchas de poder entre diversas regiones francesas. Cuando los republicanos quemaban la imagen de S. Francisco o la Dolorosa de Salcillo, nada tenían en contra del ”Pobrecillo de Asís”, ¡faltaba más! o de la pobre Virgen María deshaciéndose en lágrimas ante el drama de su Hijo. Eran expresiones incendiarias de una lucha política y social que estaba en el ambiente.
La fecha del 21 de marzo en que la Comisión Constitucional aprobó que Cataluña es una nación, unos la saludan como un día histórico, inicio de una nueva primavera en que ser reconocen los derechos de los diversos pueblos. Otros en cambio hablan del principio del otoño, el ocaso de una nación en la que pudieran caber todos. La experiencia histórica dice que cuando una nación se descoyunta, entonces como hongos surgen las guerras, el nombre es lo de menos, se pueden llamar religiosas, de diamantes o del petróleo. El fondo es el mismo, es una lucha de poder, que se agrava cuando no existe un referente, garante de derechos y deberes, surge esta lucha cuando falta una nación envolvente y garante de todas las libertades democráticas.